"De pronto, como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañía bananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de los otros pueblos, rastrojos de una guerra civil que cada vez parecía más remota e inverosímil, la hojarasca era implacable. Todo lo contaminaba de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción a flor de piel y de recóndita muerte. En menos de un año arrojó sobre el pueblo los escombros de numerosas catástrofes anteriores a ella misma, esparció en las calles su confusa carga de desperdicios. Y esos desperdicios, precipitadamente al compás atolondrado e imprevisto de la tormenta, se iban seleccionando, individualizándose, hasta convertir lo que fue un callejón con un río en un extremo y un corral para los muertos en el otro, en un pueblo diferente y complicado,hecho con los desperdicios de los otros pueblos".
La hojarasca
Gabriel García Márquez
La hojarasca
Gabriel García Márquez
Desde el preciso momento en que murió Salvador Allende en La Moneda, el 11 de septiembre de 1973 y pasando por la muerte de Miguel Enríquez en los techos de la casa celeste de Santa Fé, el 5 de octubre de 1974, comenzó la deblacle de la izquierda chilena en su conjunto, tanto de la reformista histórica en sus dos vertientes (PS-PC) como de la izquierda revolucionaria. Acaso todos los intentos por conducir a las fuerzas sociales democráticas desde el mismo 11, fue una seguidilla de derrotas parciales, que fueron conformando una derrota estratégica de proporciones históricas. No es el caso detallar las derrotas tácticas, sino mostrar en una especie de plano figurativo, la suma de la política del error, tanto frente a la derecha republicana, frente al fascismo golpista y genocida y frente a la burguesía democrática, lease la DC.
La discusión, simbólica para este análisis, entre Miguel y el Presidente Allende desde 1966 a 1973, no se resolvió nunca. Entre tanto, la ultraderecha y la democracia cristiana se unificaron para el golpe y asestaron una derrota al proceso de la UP, a la revolución chilena "de vino tinto y empanadas", a las fuerzas sociales democráticas y proletarias, a la izquierda reformista histórica y al proyecto revolucionario.
En la década de los 80 la izquierda dividida aún entre reformistas y revolucionarios populares, fueron configurando tácticas y estrategias, que raya para la suma, no lograron hacer de sus destacamentos dirección de la lucha antifascista, ni de los movimientos de masas y sociales que eventualmente y por cuenta propia, se levantaron en los territorios sociales y políticos contra la dictadura.
La izquierda tanto en su versión Aliancista, como Democrática Popular, fueron finamente el vagón de cola de la estrategia democrático-burguesa de la DC y de los sectores medios. Incluso toda la renovación socialista incluída, por más que se le quiera dar importancia o preeminencia al MAPU en su distintas versiones, o al Laguismo, o al Altamiranismo-Arratista. Ningún sector de la izquierda renovada realmente le dió dirección a este proceso. Fue más bien la DC,la Iglesia y el Departamento de Estado los conductores, y un sector de la derecha "antipinochetista", expresada en el MUN de Allamand y en su alianza con los sectores corporativos de Jarpa. Los primeros desde la izquierda del MDP en subirse al carro de la "victoria" democrática-burguesa, fue el Almeydismo del MDP, que sin remilgos, dejó a su aliado histórico el PC y siguió la estrategia señalada.
La izquierda democrática popular restante, PC-MIR, perdió política y militarmente su apuesta.
El triunfo del NO, fue el triunfo de la conducción burguesa, que luego acogió a toda la izquierda chilena en su seno, en la Concertación de partidos por el No y luego por la Democracia, a excepción del Partido Comunista dirigido por Gladys Marín, un partido pequeño de la izquierda histórica que hasta el año de la muerte de su Secretaria general y luego Presidenta, aún, y recogiendo las concepciones de la Rebelión Popular de Masas, tenía como voluntad política aunar a las fuerzas y destacamentos políticos anticapitalistas,tanto antiderecha como anticoncertación.
Con la Unidad Socialista no quedó practicamente ningún destacamento de la izquierda ajeno a formar parte de la estrategia de un bloque por los cambios de carácter social-demócrata liberal populista, bajo la luz modernizadora de la revolución silenciosa pinochetista. Esta vez sin hacerse parte de manera directa de la estrategia democrático-burguesa, sino como Unidad de la Izquierda. Desde la Renovación Socialista en su conjunto (Bloque por el Socialismo, Convergencia, PS Nuñez, Suizos) al MIR, pasando por el MAPU y sus distintas fracciones, el PR y amplios sectores PC y todas las facciones socialistas no renovadas, divididas después del golpe (Almeydismo, CNR, PSU, Comandantes, Salvador Allende) y del llamado Congreso de Argel, formaron el nuevo PS.
La fuerza de la burguesía democrática chilena, la que dió el golpe unificada a la ultraderecha y que luego se escindió del bloque alessandrista-pinochetista
en 1976, es enorme y determinante para toda la política chilena. Ha logrado seducir a toda la izquierda en su estrategia de desarrollo. Defendiendo el modelo político- económico-social pinochetista,reformado, y levantando las banderas de la gobernabilidad y de la necesaria política de mayorías. Faltaba el PC de Marín. Ya muerta ella, los sectores socialdemócratas del comunismo, Teillier y Carmona, tomaron públicamente las banderas tantas veces ofrecidas en privado.
Así la historia de la izquierda chilena desde 1973 hasta hoy, año 2009, es la historia de la subsumisión de toda ella, con más o menos retraso, a las políticas de la burguesía democrática, que en esencia no son sino, las políticas reformadas de la derecha republicana y de la ultraderecha pinochetista.
Todos juntos, en un solo bloque, ya no hay tres tercios en la política chilena, sino un sólo bloque de dominación burgués, en donde los democráticos burgueses, bajo el Programa remozado del pinochetismo, reitero, dirigen al resto de los destacamentos del centro y de izquierda, reformista y antiguamente revolucionaria.
Por eso es tan fuerte en el imaginario colectivo, el llamado a vencer a Piñera o a la derecha, tanto en su versión "centrista" como "ultra". El llamado de la Selva, no es sino el llamado de la burguesía democrática a continuar la senda de desarrollo, político económico y social de los últimos 20 años, y de continuar comandando el bloque político administrador de la dominación pinochetista y burguesa de derecha.
La Democracia Cristiana aliada a la socialdemocracia liberal de izquierda, que ya es toda la izquierda, no desea perder no sólo el comando político del proyecto de desarrollo, sino y fundamentalmente, no quiere por ningún motivo, que exista alguna izquierda en este Chile y en el del futuro, que sea autónoma de la burguesía democrática y que levante algún proyecto socializante, ni como el de Allende, ni menos como el que levantó el MIR o el PC de los años 80.
Así hoy la izquierda es una hojarasca. Vendida ideológicamente a la compañía bananera y al canto de las sirenas democrático-burguesas y parafraseando a García Márquez, se encuentra revuelta, alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de viejos sueños, rastrojos de una guerra civil que cada vez parece más remota e inverosímil. La izquierda para desgracia de millones, es una hojarasca implacable. Todo lo contamina de su revuelto olor multitudinario, olor de secreción a flor de piel y de recóndita muerte.
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