x Fesal Chain
Sociólogo
He reiterado muchas veces, hasta la majadería, que en mis distintos documentos o artículos políticos, intento cumplir mi rol de sociólogo, tal cual se ha ido redefiniendo este rol de manera cada vez más enriquecedora desde el marxismo y su concepción de alienación, hasta el post marxismo y la sociología de Pierre Bourdieu. Lo anterior es de una importancia central, puesto que la suma de mis artículos más que una defensa de la sociología o de caminos políticos específicos, es una defensa de la comprensión de lo social y lo político, más allá de los deseos e intereses y de un permanente discurso agitativo, propio por lo demás del campo de la política y de los hombres y mujeres que la hacen en su pasión.
Como este artículo no trata de la sociología sino sobre la política, no me alargaré demasiado en el primer punto, que no es sino una definición epistemológica, que creo necesaria para el análisis posterior.
Parafraseando a Pierre Bourdieu en su texto Lección sobre la lección, “el sociólogo debe desprenderse de todas las adherencias, mediante las cuales un agente social se aferra a un grupo, sin renegar de las creencias constitutivas de toda pertenencia o identidad, pero renunciando a todo lazo de afiliación o filiación. Así, consciente de sus propios condicionamientos sociales no puede acceder a la lucidez que alcanza toda especie de “desarraigo social”, sino a condición de denunciar la representación populista del pueblo (que no engaña más que a sus creyentes), y la representación elitista de las elites (construida para engañar a la vez a quienes a ella pertenecen y a quienes no pueden alcanzarla).
Por intermedio del sociólogo, agente histórico históricamente situado, sujeto social socialmente determinado, la sociedad en la cual la historia sobrevive se vuelve un momento sobre sí misma, reflexiona y a través de ese individuo, los demás agentes sociales pueden saber mejor lo que ellos son, lo que ellos hacen. Pero esa tarea es precisamente la última que confiarían al analista del poder, quienes se encuentran comprometidos con el desconocimiento, la negación, el rechazo del saber y que están dispuestos a reconocer como “científicas” todas las formas discursivas que no hablan del mundo social o que hablan de manera tal que en realidad no hablan de él.” (1)
Pasando ya al análisis político, Andrés Pascal Allende otrora Secretario General del MIR, ha realizado importantes declaraciones en la Revista Qué Pasa y a su vez ha escrito un documento titulado “Votar por Marco es votar izquierda”. A mi juicio sus declaraciones son dignas de análisis y de contra argumentación. Desgraciadamente, y no sólo por la polarización política producto de la lucha electoral, en Chile se está haciendo costumbre descalificar de la manera más burda y personal, a quienes disienten ya no sólo del orden concertacionista, sino también de la propuesta arratista-comunista. Debemos salirnos de aquello. Pascal Allende ha planteado cuestiones que en primer lugar, lo catapultan nuevamente al escenario de la lucha política, cuestión no menor. En segundo lugar, ha realizado ciertas declaraciones, y no otras, que son significativas para el mundo de la izquierda en su conjunto.
Antes de entrar al análisis de lo planteado por Pascal, deseo fijar lo que ha sido mi análisis del fenómeno político de Enríquez-Ominami y en general de las candidaturas de la izquierda fuera de la concertación. Todo está escrito y nada puede ser borrado con el codo. Sin embargo cuando uno realiza ciertos análisis, los efectúa a la luz de los hechos existentes, hoy efectivamente se han constituido nuevos hechos sociales y políticos que efectivamente cambian los análisis. No sustancialmente, pero si los enriquecen de modo cualitativo.
He afirmado en múltiples artículos que el fenómeno Marco Enríquez, es un fenómeno político hijo del liberalismo. Plantié que su candidatura, se parecía mucho a una operatoria de la elite de la izquierda liberal, anti Tironi y crítica del Laguismo. Que prefiguraba y expresaba una fuerte pugna entre los socialistas liberales y los ex mapu y los laguistas ambos propiamente neoliberales. Y que era también una pugna clara y pura de poder al interior de la socialdemocracia entre los más izquierdistas y los derechistas, más que una diferenciación ideológica de fondo.
En suma, que la candidatura de Marco Enríquez y también en su momento la de Navarro y la de Arrate como escisión socialista, no eran la génesis de una nueva propuesta de la izquierda chilena para el Siglo XXI, sino la crisis de una izquierda de viejo cuño y la descomposición y la división de la ya fracasada apuesta concertacionista. La muerte de lo viejo y no el nacimiento de lo nuevo.
Hace una semana o menos Andrés Pascal Allende ha afirmado lo siguiente:
“Desde el término de la dictadura militar, ninguna elección presidencial ha tenido tanta importancia para la izquierda chilena como la presente. La base izquierdista de la Concertación no está dispuesta a seguir aceptando el reinado de las cúpulas partidistas con su suerte de cogobierno neoliberal con la derecha, su absoluta falta de voluntad de terminar con el binominal y democratizar el sistema político, su complacencia con la escandalosa desigualdad económica y social imperante en el país, y la impunidad de la corrupción y de los delitos de cuello y corbata”.
Y continúa: “Expresión de ese malestar fue el abandono de la Concertación de dirigentes como Navarro, Arrate y Marco Enríquez-Ominami, quienes levantaron candidaturas presidenciales en confluencia con la izquierda extraparlamentaria que el sistema binominal había mantenido por décadas en la marginalidad política. Se abrió así la oportunidad histórica de reconstituir una gran fuerza electoral de izquierda.
Así según Pascal: “Alejandro Navarro tuvo la lucidez de percibir esta realidad y, con consecuencia izquierdista, sumó las fuerzas del MAS a la candidatura de Marco. Pero lo que es sorprendente es que justo en el momento en que se profundiza el agotamiento del duopolio Alianza-Concertación y se ha abierto la posibilidad histórica de construir una mayoritaria izquierda progresista, el Partido Comunista haya optado por establecer un pacto con la cúpula concertacionista a cambio del apoyo de ésta a cuatro candidatos a diputados comunistas -que difícilmente saldrán electos- y por la oferta de participar en un -también totalmente improbable- segundo gobierno de Frei.”
Para terminar reafirmando que: “…Para quien sea realmente de izquierda es incomprensible que, por estrechos intereses partidistas, el PC se comprometa a apoyar a Frei, se preste a darle oxígeno a una moribunda Concertación y se reste al esfuerzo común de construir la Nueva Mayoría popular”.
Andrés Pascal tiene razón en algunos aspectos de carácter estratégico. Es muy cierto que “…desde el término de la dictadura militar, ninguna elección presidencial ha tenido tanta importancia para la izquierda chilena como la presente”. Y no es difícil de explicar: La alianza socialdemócrata neoliberal está en una crisis terminal, la izquierda más crítica de este neoliberalismo se ha desgajado, no es tan cierto que sean las bases concertacionistas como más bien la elite liberal a secas, que ha sido desafectada de los espacios de mayor poder.
También es cierto que esta elección es importante porque por primera vez desde hace 20 años dada la magnitud de la crisis de la concertación y sus fracturas, es posible conformar una nueva fuerza política no estrictamente concertacionista, aunque en gran proporción provenga de ella, e incluso como piensa Pascal con las fuerzas extraparlamentarias históricas, es decir con el partido comunista.
Y es cierto que se hace incomprensible que el partido comunista se haga aliado estratégico de un bloque gobernante en franca decadencia, que históricamente jamás fue una alternativa ni siquiera cercana ni a los diagnósticos, ni a las estrategias de la izquierda histórica comunista, que siempre levantó las banderas de construir un camino antineoliberal, equidistante de la derecha como de la concertación.
Hay cuestiones, eso si que Pascal no nombra ni esclarece, acaso porque no fueron interrogantes de la entrevista, pero tampoco lo hace en su documento:
Que efectivamente el proyecto de Enríquez Ominami es socialdemócrata y liberal, es decir que no se distingue sustancialmente de la propuesta concertacionista, sino en la profundización o mejor dicho en la activación de aquello que siempre ha sido agitado por la concertación pero nunca realizado. Vgr: “Terminar con el binominal y democratizar el sistema político, luchar contra la desigualdad económica y social imperante en el país, contra la corrupción y los delitos de cuello y corbata”. Pascal nada dice sobre el cambio del modelo monetarista, sobre la nacionalización de los recursos naturales o sobre un mayor rol del Estado en un modelo económico distinto al actual.
También se le olvida mencionar a Pascal lo que históricamente el mirismo levantó como objetivo central de la transición, sacar de los territorios sociales y políticos a un pinochetismo neo fascista, representado por los sectores más militaristas, por los agentes de la DINA-CNI-DINE, y por aquellos sectores políticos representados por la UDI y la ultraderecha de Renovación Nacional. Enríquez Ominami sólo ha criticado la traída de vuelta del dictador, pero no ha sido explicito en cómo se operará sobre estos sectores en el ámbito político, social, cultural, económico, judicial y policial.
Probablemente tanto por sus planteamientos de ciertos cambios, como por su origen y conformación, el proyecto ME-O, es la izquierda, pero Andrés Pascal debe reconocer que es la izquierda en una estrategia gradualista y socialdemócrata liberal en su programa y políticas y probablemente más cercana a los modelos europeos y no a la derechización socialdemócrata que se ha dado en Chile y que expresa la concertación.
Por otra parte, Pascal no nombra ni describe la conformación real del proyecto de Enríquez a nivel de la participación de fuerzas o destacamentos políticos y culturales en su interior, sólo habla de correlaciones de fuerza entre la izquierda y el liberalismo de derecha en su seno.
El proyecto ME-O es evidentemente, lo que yo ya había mencionado, una suma de sectores, primero de los socialistas desencantados de la proporción y lugar que ocupaban en la distribución del poder concertacionista, en el proyecto neoliberal de esta. Me refiero al mismo ME-O, Navarro, Carlos Ominami y otros sectores de la izquierda críticos de los príncipes socialistas y del escalonismo. Segundo y ya lo había mencionado, de un sector importante acaso el 30%, que proviene del liberalismo CEP o díscolos de derecha, los mismos que alguna vez apoyaron a Lagos y no a Lavín, y en tercer lugar, efectivamente de sectores que yo no había nombrado, esperando su expresión pública: importantes destacamentos miristas, provenientes tanto de la concertación como fuera de ella, representados por el mismo Pascal, por Marambio, probablemente Moreno, Torres y otros, y finalmente un sector de dirigentes miristas del Movimiento Democrático Popular (MDP), de los años `80.
Este artículo tiene como objetivo central, lo que propongo en las primeras líneas a propósito de la sociología: denunciar la representación populista del pueblo, y la representación elitista de las elites.
Con esto me refiero a una cuestión clave planteada por Pascal: “(Los) procesos (de crisis. Nota del Autor) comienzan justamente por una crisis en la elite. Y evidentemente que una persona que está formada en una elite -tampoco entre los más ricos, pero sí en una clase media acomodada- se forma con una seguridad de lo que es capaz de hacer. Miguel era igual”.
Pero el punto no es sólo ese y así fuera, prácticamente quedaríamos en lo mismo que la promesa inicial concertacionista. Y he aquí mi denuncia anticipada ya sea a la representación populista o la representación elitista del poder. Si se trata meramente de conformar una nueva elite, sería el proceso de una representación elitista, que seguiría en la lógica de la concertación que no es sino la lógica paternalista de la burguesía democrática y de la pequeña burguesía aliada a ella. Esta fue la visión de Eugenio Tironi al llegar de su doctorado en París sobre Emile Durkheim. Y obviamente fue la propuesta dominante de la concertación, la necesidad de cambiar a la elite cívico-militar, para que la nueva elite hiciese una oferta o promesa tan potente, que reencantara a las masas anómicas, después de sucesivas crisis económicas y políticas bajo el pinochetismo. Ya sabemos, por experiencia propia, que cuando se construye y rediseñan elites, se licencia al pueblo en su conjunto, y la vez se reconstruye sobre todo una casta política y militar susceptible de corrupción, de tráfico de influencias, de abusos y clientelismo.
Si se tratase en la propuesta de Pascal de prometer cambios del tenor que ha descrito, se puede caer fácilmente en un intento de representación populista, en el sentido de criticar a Pinochet pero seguir conviviendo y permitiendo el crecimiento y empoderamiento del pinochetismo, y a la vez prometer simbólicamente cambios de mayor justicia social e igualdad desde la economía, pero que desde las meras políticas públicas optimizadas o de una modificación en la política tributaria, no se proponen cambios reales a nivel del modelo monetarista, de la concentración de la riqueza, de la mayor participación en el producto de los trabajadores y en general de la transformación del descarnado modelo de libre mercado a ultranza. También fue la promesa concertacionista, en suma el liberal populismo del que nos habla Gabriel Salazar.
Sin caer en denostar el origen o determinación social de Pascal, pero si analizando sus propias declaraciones al respecto y su historia política, es posible atribuirle a el mismo una concepción elitista o desde arriba del cambio, muy cercano a la pequeña burguesía ilustrada chilena y a los dirigentes cubanos de la revolución, cuando justamente la crisis de la concertación no es solamente una crisis de las elites y de su oferta, sino en lo fundamental una crisis de representación del sistema político en su conjunto y a su vez de participación del mundo social y popular y de los cuadros políticos más progresistas de la izquierda en los procesos políticos y económicos de crecimiento y desarrollo. Por una parte no es menor que prácticamente casi 6 millones de chilenos y chilenas hayan construido una concepción individualista y liberal de sus vidas y de cómo enfrentar su problemas de sobrevida, y se coloquen afuera de la lucha electoral determinante y la ninguneen como un espacio y campo ilegítimo, no creíble, distante y decadente al fin y al cabo para sus propias pretensiones de cambio.
También olvida Pascal, y esto como un tema sensible al problema de la participación y acaso necesario cambio de mentalidad y cultura del mundo popular, que gran parte de los luchadores sociales y políticos contra el pinochetismo y especialmente la generación de los 80 fueron los verdaderos desterrados de los territorios sociales y políticos tanto a nivel local como central, y que la concertación ha construido más bien en base a operadores políticos una clientela en el Estado y en la sociedad civil y que nunca promovió genuinamente una participación de profesionales, intelectuales, artistas, gestores locales etc., etc., para el diseño y desarrollo de políticas sociales y construcción de un verdadero empoderamiento de la sociedad civil en general y del mundo popular en particular, en relación a sus capacidades de emprendimiento no meramente microempresariales, sino de gestión política de su propia vida.
Tan cual el mismo Pascal dice: “Hacer política es intervenir dentro de la lucha social y generar nuevas bases de poder desde la sociedad”. Y en el sentido de lo anterior se echa de menos una mirada menos vanguardista y más movimientista de la construcción de fuerza social y política popular, y aclaro, que si bien creo que las crítica de Pascal son enormemente superiores a lo que yo llamaría las renuncias del comunismo chileno, estas no bastan para configurar una apuesta de izquierda, desde donde justamente la izquierda se alimenta y crece, desde el mundo social y popular y su protagonismo, que en el discurso de Pascal está ausente o más bien lo configura como mera ciudadanía.
Una última cuestión respecto de las declaraciones de Pascal, cuando dice que: “…yo no estoy renovado, estoy tratando de ser lo más consecuente con mi pensamiento marxista. Porque una lectura marxista de la realidad da cuenta de los procesos históricos, de las situaciones y periodos de la lucha de clases y lo que hoy vivimos en Chile es el inicio de un proceso de crisis política y de cambio cultural tal como lo fue, en cierto sentido, el de los años 60”. Yo le creo en ese sentido, justamente por que al menos en su análisis va generando una discusión y una propuesta más realista de lo que sucede hoy, y por lo tanto más interesante y de mayor convocatoria, pero también más criticable o contra argumentable en el fondo y no meramente en las formas, como permanentemente uno se obliga cuando discute con la izquierda histórica.
Espero que este artículo cumpla su cometido, ser un análisis desde la sociología política de las limitaciones elitistas y populistas de la propuesta de Enríquez Ominami, que de ser consideradas, puedan generar un acercamiento mayor a una genuina propuesta de la izquierda, una nueva vuelta de tuerca, que avance sobre el neoliberalismo socialdemócrata y pinochetista, sin caer en la vieja tradición del liberal populismo inaugurado en su versión actualizada por la concertación.
(1) Ensayo de Fabián Sanabria S., construido, a manera de paráfrasis o versión libre y comentada, con base en la lección inaugural de Pierre Bourdieu presentada el 23 de abril de 1982 en la cátedra de Sociología del Colegio de Francia. Pierre Bourdieu, Leçon sur la leçon. Leçon inaugurale prononcé au College de France le vendredi 23 avril, 1982, Edtions du Minuit, Paris, 1982.
Como este artículo no trata de la sociología sino sobre la política, no me alargaré demasiado en el primer punto, que no es sino una definición epistemológica, que creo necesaria para el análisis posterior.
Parafraseando a Pierre Bourdieu en su texto Lección sobre la lección, “el sociólogo debe desprenderse de todas las adherencias, mediante las cuales un agente social se aferra a un grupo, sin renegar de las creencias constitutivas de toda pertenencia o identidad, pero renunciando a todo lazo de afiliación o filiación. Así, consciente de sus propios condicionamientos sociales no puede acceder a la lucidez que alcanza toda especie de “desarraigo social”, sino a condición de denunciar la representación populista del pueblo (que no engaña más que a sus creyentes), y la representación elitista de las elites (construida para engañar a la vez a quienes a ella pertenecen y a quienes no pueden alcanzarla).
Por intermedio del sociólogo, agente histórico históricamente situado, sujeto social socialmente determinado, la sociedad en la cual la historia sobrevive se vuelve un momento sobre sí misma, reflexiona y a través de ese individuo, los demás agentes sociales pueden saber mejor lo que ellos son, lo que ellos hacen. Pero esa tarea es precisamente la última que confiarían al analista del poder, quienes se encuentran comprometidos con el desconocimiento, la negación, el rechazo del saber y que están dispuestos a reconocer como “científicas” todas las formas discursivas que no hablan del mundo social o que hablan de manera tal que en realidad no hablan de él.” (1)
Pasando ya al análisis político, Andrés Pascal Allende otrora Secretario General del MIR, ha realizado importantes declaraciones en la Revista Qué Pasa y a su vez ha escrito un documento titulado “Votar por Marco es votar izquierda”. A mi juicio sus declaraciones son dignas de análisis y de contra argumentación. Desgraciadamente, y no sólo por la polarización política producto de la lucha electoral, en Chile se está haciendo costumbre descalificar de la manera más burda y personal, a quienes disienten ya no sólo del orden concertacionista, sino también de la propuesta arratista-comunista. Debemos salirnos de aquello. Pascal Allende ha planteado cuestiones que en primer lugar, lo catapultan nuevamente al escenario de la lucha política, cuestión no menor. En segundo lugar, ha realizado ciertas declaraciones, y no otras, que son significativas para el mundo de la izquierda en su conjunto.
Antes de entrar al análisis de lo planteado por Pascal, deseo fijar lo que ha sido mi análisis del fenómeno político de Enríquez-Ominami y en general de las candidaturas de la izquierda fuera de la concertación. Todo está escrito y nada puede ser borrado con el codo. Sin embargo cuando uno realiza ciertos análisis, los efectúa a la luz de los hechos existentes, hoy efectivamente se han constituido nuevos hechos sociales y políticos que efectivamente cambian los análisis. No sustancialmente, pero si los enriquecen de modo cualitativo.
He afirmado en múltiples artículos que el fenómeno Marco Enríquez, es un fenómeno político hijo del liberalismo. Plantié que su candidatura, se parecía mucho a una operatoria de la elite de la izquierda liberal, anti Tironi y crítica del Laguismo. Que prefiguraba y expresaba una fuerte pugna entre los socialistas liberales y los ex mapu y los laguistas ambos propiamente neoliberales. Y que era también una pugna clara y pura de poder al interior de la socialdemocracia entre los más izquierdistas y los derechistas, más que una diferenciación ideológica de fondo.
En suma, que la candidatura de Marco Enríquez y también en su momento la de Navarro y la de Arrate como escisión socialista, no eran la génesis de una nueva propuesta de la izquierda chilena para el Siglo XXI, sino la crisis de una izquierda de viejo cuño y la descomposición y la división de la ya fracasada apuesta concertacionista. La muerte de lo viejo y no el nacimiento de lo nuevo.
Hace una semana o menos Andrés Pascal Allende ha afirmado lo siguiente:
“Desde el término de la dictadura militar, ninguna elección presidencial ha tenido tanta importancia para la izquierda chilena como la presente. La base izquierdista de la Concertación no está dispuesta a seguir aceptando el reinado de las cúpulas partidistas con su suerte de cogobierno neoliberal con la derecha, su absoluta falta de voluntad de terminar con el binominal y democratizar el sistema político, su complacencia con la escandalosa desigualdad económica y social imperante en el país, y la impunidad de la corrupción y de los delitos de cuello y corbata”.
Y continúa: “Expresión de ese malestar fue el abandono de la Concertación de dirigentes como Navarro, Arrate y Marco Enríquez-Ominami, quienes levantaron candidaturas presidenciales en confluencia con la izquierda extraparlamentaria que el sistema binominal había mantenido por décadas en la marginalidad política. Se abrió así la oportunidad histórica de reconstituir una gran fuerza electoral de izquierda.
Así según Pascal: “Alejandro Navarro tuvo la lucidez de percibir esta realidad y, con consecuencia izquierdista, sumó las fuerzas del MAS a la candidatura de Marco. Pero lo que es sorprendente es que justo en el momento en que se profundiza el agotamiento del duopolio Alianza-Concertación y se ha abierto la posibilidad histórica de construir una mayoritaria izquierda progresista, el Partido Comunista haya optado por establecer un pacto con la cúpula concertacionista a cambio del apoyo de ésta a cuatro candidatos a diputados comunistas -que difícilmente saldrán electos- y por la oferta de participar en un -también totalmente improbable- segundo gobierno de Frei.”
Para terminar reafirmando que: “…Para quien sea realmente de izquierda es incomprensible que, por estrechos intereses partidistas, el PC se comprometa a apoyar a Frei, se preste a darle oxígeno a una moribunda Concertación y se reste al esfuerzo común de construir la Nueva Mayoría popular”.
Andrés Pascal tiene razón en algunos aspectos de carácter estratégico. Es muy cierto que “…desde el término de la dictadura militar, ninguna elección presidencial ha tenido tanta importancia para la izquierda chilena como la presente”. Y no es difícil de explicar: La alianza socialdemócrata neoliberal está en una crisis terminal, la izquierda más crítica de este neoliberalismo se ha desgajado, no es tan cierto que sean las bases concertacionistas como más bien la elite liberal a secas, que ha sido desafectada de los espacios de mayor poder.
También es cierto que esta elección es importante porque por primera vez desde hace 20 años dada la magnitud de la crisis de la concertación y sus fracturas, es posible conformar una nueva fuerza política no estrictamente concertacionista, aunque en gran proporción provenga de ella, e incluso como piensa Pascal con las fuerzas extraparlamentarias históricas, es decir con el partido comunista.
Y es cierto que se hace incomprensible que el partido comunista se haga aliado estratégico de un bloque gobernante en franca decadencia, que históricamente jamás fue una alternativa ni siquiera cercana ni a los diagnósticos, ni a las estrategias de la izquierda histórica comunista, que siempre levantó las banderas de construir un camino antineoliberal, equidistante de la derecha como de la concertación.
Hay cuestiones, eso si que Pascal no nombra ni esclarece, acaso porque no fueron interrogantes de la entrevista, pero tampoco lo hace en su documento:
Que efectivamente el proyecto de Enríquez Ominami es socialdemócrata y liberal, es decir que no se distingue sustancialmente de la propuesta concertacionista, sino en la profundización o mejor dicho en la activación de aquello que siempre ha sido agitado por la concertación pero nunca realizado. Vgr: “Terminar con el binominal y democratizar el sistema político, luchar contra la desigualdad económica y social imperante en el país, contra la corrupción y los delitos de cuello y corbata”. Pascal nada dice sobre el cambio del modelo monetarista, sobre la nacionalización de los recursos naturales o sobre un mayor rol del Estado en un modelo económico distinto al actual.
También se le olvida mencionar a Pascal lo que históricamente el mirismo levantó como objetivo central de la transición, sacar de los territorios sociales y políticos a un pinochetismo neo fascista, representado por los sectores más militaristas, por los agentes de la DINA-CNI-DINE, y por aquellos sectores políticos representados por la UDI y la ultraderecha de Renovación Nacional. Enríquez Ominami sólo ha criticado la traída de vuelta del dictador, pero no ha sido explicito en cómo se operará sobre estos sectores en el ámbito político, social, cultural, económico, judicial y policial.
Probablemente tanto por sus planteamientos de ciertos cambios, como por su origen y conformación, el proyecto ME-O, es la izquierda, pero Andrés Pascal debe reconocer que es la izquierda en una estrategia gradualista y socialdemócrata liberal en su programa y políticas y probablemente más cercana a los modelos europeos y no a la derechización socialdemócrata que se ha dado en Chile y que expresa la concertación.
Por otra parte, Pascal no nombra ni describe la conformación real del proyecto de Enríquez a nivel de la participación de fuerzas o destacamentos políticos y culturales en su interior, sólo habla de correlaciones de fuerza entre la izquierda y el liberalismo de derecha en su seno.
El proyecto ME-O es evidentemente, lo que yo ya había mencionado, una suma de sectores, primero de los socialistas desencantados de la proporción y lugar que ocupaban en la distribución del poder concertacionista, en el proyecto neoliberal de esta. Me refiero al mismo ME-O, Navarro, Carlos Ominami y otros sectores de la izquierda críticos de los príncipes socialistas y del escalonismo. Segundo y ya lo había mencionado, de un sector importante acaso el 30%, que proviene del liberalismo CEP o díscolos de derecha, los mismos que alguna vez apoyaron a Lagos y no a Lavín, y en tercer lugar, efectivamente de sectores que yo no había nombrado, esperando su expresión pública: importantes destacamentos miristas, provenientes tanto de la concertación como fuera de ella, representados por el mismo Pascal, por Marambio, probablemente Moreno, Torres y otros, y finalmente un sector de dirigentes miristas del Movimiento Democrático Popular (MDP), de los años `80.
Este artículo tiene como objetivo central, lo que propongo en las primeras líneas a propósito de la sociología: denunciar la representación populista del pueblo, y la representación elitista de las elites.
Con esto me refiero a una cuestión clave planteada por Pascal: “(Los) procesos (de crisis. Nota del Autor) comienzan justamente por una crisis en la elite. Y evidentemente que una persona que está formada en una elite -tampoco entre los más ricos, pero sí en una clase media acomodada- se forma con una seguridad de lo que es capaz de hacer. Miguel era igual”.
Pero el punto no es sólo ese y así fuera, prácticamente quedaríamos en lo mismo que la promesa inicial concertacionista. Y he aquí mi denuncia anticipada ya sea a la representación populista o la representación elitista del poder. Si se trata meramente de conformar una nueva elite, sería el proceso de una representación elitista, que seguiría en la lógica de la concertación que no es sino la lógica paternalista de la burguesía democrática y de la pequeña burguesía aliada a ella. Esta fue la visión de Eugenio Tironi al llegar de su doctorado en París sobre Emile Durkheim. Y obviamente fue la propuesta dominante de la concertación, la necesidad de cambiar a la elite cívico-militar, para que la nueva elite hiciese una oferta o promesa tan potente, que reencantara a las masas anómicas, después de sucesivas crisis económicas y políticas bajo el pinochetismo. Ya sabemos, por experiencia propia, que cuando se construye y rediseñan elites, se licencia al pueblo en su conjunto, y la vez se reconstruye sobre todo una casta política y militar susceptible de corrupción, de tráfico de influencias, de abusos y clientelismo.
Si se tratase en la propuesta de Pascal de prometer cambios del tenor que ha descrito, se puede caer fácilmente en un intento de representación populista, en el sentido de criticar a Pinochet pero seguir conviviendo y permitiendo el crecimiento y empoderamiento del pinochetismo, y a la vez prometer simbólicamente cambios de mayor justicia social e igualdad desde la economía, pero que desde las meras políticas públicas optimizadas o de una modificación en la política tributaria, no se proponen cambios reales a nivel del modelo monetarista, de la concentración de la riqueza, de la mayor participación en el producto de los trabajadores y en general de la transformación del descarnado modelo de libre mercado a ultranza. También fue la promesa concertacionista, en suma el liberal populismo del que nos habla Gabriel Salazar.
Sin caer en denostar el origen o determinación social de Pascal, pero si analizando sus propias declaraciones al respecto y su historia política, es posible atribuirle a el mismo una concepción elitista o desde arriba del cambio, muy cercano a la pequeña burguesía ilustrada chilena y a los dirigentes cubanos de la revolución, cuando justamente la crisis de la concertación no es solamente una crisis de las elites y de su oferta, sino en lo fundamental una crisis de representación del sistema político en su conjunto y a su vez de participación del mundo social y popular y de los cuadros políticos más progresistas de la izquierda en los procesos políticos y económicos de crecimiento y desarrollo. Por una parte no es menor que prácticamente casi 6 millones de chilenos y chilenas hayan construido una concepción individualista y liberal de sus vidas y de cómo enfrentar su problemas de sobrevida, y se coloquen afuera de la lucha electoral determinante y la ninguneen como un espacio y campo ilegítimo, no creíble, distante y decadente al fin y al cabo para sus propias pretensiones de cambio.
También olvida Pascal, y esto como un tema sensible al problema de la participación y acaso necesario cambio de mentalidad y cultura del mundo popular, que gran parte de los luchadores sociales y políticos contra el pinochetismo y especialmente la generación de los 80 fueron los verdaderos desterrados de los territorios sociales y políticos tanto a nivel local como central, y que la concertación ha construido más bien en base a operadores políticos una clientela en el Estado y en la sociedad civil y que nunca promovió genuinamente una participación de profesionales, intelectuales, artistas, gestores locales etc., etc., para el diseño y desarrollo de políticas sociales y construcción de un verdadero empoderamiento de la sociedad civil en general y del mundo popular en particular, en relación a sus capacidades de emprendimiento no meramente microempresariales, sino de gestión política de su propia vida.
Tan cual el mismo Pascal dice: “Hacer política es intervenir dentro de la lucha social y generar nuevas bases de poder desde la sociedad”. Y en el sentido de lo anterior se echa de menos una mirada menos vanguardista y más movimientista de la construcción de fuerza social y política popular, y aclaro, que si bien creo que las crítica de Pascal son enormemente superiores a lo que yo llamaría las renuncias del comunismo chileno, estas no bastan para configurar una apuesta de izquierda, desde donde justamente la izquierda se alimenta y crece, desde el mundo social y popular y su protagonismo, que en el discurso de Pascal está ausente o más bien lo configura como mera ciudadanía.
Una última cuestión respecto de las declaraciones de Pascal, cuando dice que: “…yo no estoy renovado, estoy tratando de ser lo más consecuente con mi pensamiento marxista. Porque una lectura marxista de la realidad da cuenta de los procesos históricos, de las situaciones y periodos de la lucha de clases y lo que hoy vivimos en Chile es el inicio de un proceso de crisis política y de cambio cultural tal como lo fue, en cierto sentido, el de los años 60”. Yo le creo en ese sentido, justamente por que al menos en su análisis va generando una discusión y una propuesta más realista de lo que sucede hoy, y por lo tanto más interesante y de mayor convocatoria, pero también más criticable o contra argumentable en el fondo y no meramente en las formas, como permanentemente uno se obliga cuando discute con la izquierda histórica.
Espero que este artículo cumpla su cometido, ser un análisis desde la sociología política de las limitaciones elitistas y populistas de la propuesta de Enríquez Ominami, que de ser consideradas, puedan generar un acercamiento mayor a una genuina propuesta de la izquierda, una nueva vuelta de tuerca, que avance sobre el neoliberalismo socialdemócrata y pinochetista, sin caer en la vieja tradición del liberal populismo inaugurado en su versión actualizada por la concertación.
(1) Ensayo de Fabián Sanabria S., construido, a manera de paráfrasis o versión libre y comentada, con base en la lección inaugural de Pierre Bourdieu presentada el 23 de abril de 1982 en la cátedra de Sociología del Colegio de Francia. Pierre Bourdieu, Leçon sur la leçon. Leçon inaugurale prononcé au College de France le vendredi 23 avril, 1982, Edtions du Minuit, Paris, 1982.
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