x Fesal Chain
Que la verdad existe, al menos en las Ciencias Sociales es ya un hecho evidente, largo sería detallar y explicar aquello, sin embargo los criterios de verificación y la existencia de leyes, lo demuestran, la ley del valor por ejemplo está suficientemente verificada en la historia del mundo y de la economía política.Eso por dar un ejemplo grueso.Por mi parte estimo que hay verdades mentirosas y verdades verdaderas. Las verdades mentirosas se pueden denominar consensos o afirmaciones de corrección (lo políticamente correcto por ejemplo) las verdades verdaderas, no son aquellas que meramente dependan del juicio crítico mio o de cualquiera, sino sobretodo aquellas que develan o revelan a las primeras.
Hay muchas verdades mentirosas o de cierto sentido común en este Chile de cataclismos. Largo detallar. La Unidad Nacional, la Solidaridad inherente a cada chileno y chilena de corazón de pan, el enorme cariño a los extranjeros, la fuerza que podemos tener frente a sucesos críticos, etc. , etc., etc.
Hay por otra parte verdades verdaderas del tamaño de una Catedral y que a los chilenos y chilenas le provocan rechazos y negaciones enormes, y ciertamente ya constituyen sino leyes al menos ciertas regularidades históricas.
Que somos un país de bárbaros y no exactamente de bárbaros sencillos como dice el poema, es evidente, la Guerra del Pacífico, la Contrarrevolución del 91, el Golpe de Estado de 1973, son algunos ejemplos de máxima depredación de unos contra otros.
En mi artículo CHILE: POBRE PAÍS DE INEPTOS Y CRIMINALES, DE INCULTOS Y ARRIBISTAS, muestro acaso los rasgos más bárbaros de nuestro país y de los chilenos en esta última catástrofe. No es necesario ahondar en demasía.
Hay sin embargo verdades entre aquellos que se dicen críticos, que de ninguna manera deben ser enarboladas o afirmadas. Se trataría acaso de un crimen mayor a lo denunciado, una especie de falta de lealtad estratégica y una vuelta de carnero con respecto a los propios valores y convicciones. Creo que es justamente en esta área crítica donde se muestran con mayor concentración y pesadez las verdades verdaderas, y como dijera Pablo Neruda frente al informe Kruschov sobre los crímenes del Stalinismo, lo más doloroso es cuando las afirmaciones del enemigo tiene base y son en gran medida ciertas.
Que la izquierda chilena dejó de ser la esperanza de millones, porque se ha convertido en un contubernio de mediocres que hacen mal las cosas y que culturalmente no son más ni menos que los permanentes pedigüeños, que desean capturar el estado para no trabajarle un peso a nadie, o en su defecto hacer negocios en el mundo privado con el sumo cuidado de que sean muy secretos, para no espantar a sus huestes, que aún creen o dicen creer en las promesas superficiales de la nomenclatura y su servidumbre humana.
Que la izquierda chilena se llena la boca con el pueblo, pero que generalmente no representa a más del 5% o 10% del electorado, un esmirriado número de seguidores dogmáticos y conservadores, que no son capaces junto a sus líderes, de ampliar la mirada y proponer nuevos derroteros frente a la pobreza material y cultural de un país atravesado por la desigualdad profunda, la descomposición moral y de la inteligencia y capturado a su vez no sólo por los mediocres, sino también por un lumpen que va desde políticos a empresarios, de profesionales a narcotraficantes y que atraviesa la división social del trabajo y a las clases. Acaso porque algunos frenéticos izquierdistas pertenecen a este continuo social.
Que aquellos que siguen a esa izquierda, me atrevo a decir la gran mayoría cultural, y que se dicen solidarios y magnánimos y andan levantando causas lo más lejanas a su propio territorio y realidades más cercanas y visibles, lo hacen porque acompañar las causas de Etiopía, de Haití y otros lugares o meterse la mano al bolsillo y depositar en cuentas frías o sombrías, es bastante más fácil que vivir en la austeridad y acompañar al hermano adolorido, al amigo o al familiar que de verdad se retuerce en las dificultades, para qué hablar de estar junto al compañero o compañera, título tan usado en reuniones pero vacío de contenido y de sentido.
Que aquellos que se dicen de izquierda o progresistas, en la superficie y en el fondo, en su gran mayoría me atrevo afirmarlo nuevamente, están más bien preocupados del dinero, que puedan capturar del partido o del estado o lisa y llanamente hacerlo en buenísimos trabajos del mundo privado, que después critican de la boca para afuera o sólo en las elecciones. Dinero que valoran más que a las propias causas que dicen defender y que les permite invertir en negocios gastronómicos o de la construcción, o pasearse en Isla Negra o en Tunquén y en el Sur de Chile, en briosos autos veloces donde escuchan a Schwenke y Nilo, derramando lágrimas de cocodrilo y acordándose cuando eran simples mortales.
Que la totalidad de las ideologías y partidos progresistas y sus actores principales y secundarios, están atravesados por el individualismo más descarnado y por la barbarie cínica de no quedar nunca mal con nadie y de sólo criticar aquello que políticamente cae de cajón, pero no de ver en sus propias vidas lo que critican y demonizan en los otros. Siempre es más fácil criticar a la derecha para esconder la propia pudrición. Incluso usando lo que tanto criticaron en el pasado, la presunción de intenciones, o la campaña del terror, la misma que ocupo el golpismo asesino antes de que gobernara el Presidente Allende.
Que una gran mayoría de chilenos está cansado, aburrido y tienen clarísimo que el discurso de justicia social, igualdad, libertad y fraternidad de las izquierdas, no es sino un palabreo hueco, una mascarada para seguir haciendo el gran negociado de la historia: el ser adalides de esos valores para la galería como imagen holográfica, pero actuar miserablemente como el más burgués de los burgueses o acaso peor, pues siempre es más fácil obtener ganancias y emprender proyectos en beneficio personal con dinero ajeno y jugando adolescentemente con las esperanzas de todo un pueblo. Y si no les resulta el negociado, siempre está el ultimo recurso, el machacar a los ojos del pueblo aburrido de sus arengas, que son las víctimas permanentes de la historia, que están traumados y que existe en el país y en el mundo un complot general contra sus bellos ideales.
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