Fesal Chain, Sociólogo.
En un documento escrito a mediados de la década de los 80 por “Pablo Alfaro”, con motivo de la celebración del XV Congreso del Partido Comunista de Chile, se afirma una primera función esencial de la lucha teórica como “una de las direcciones principales de la actividad de toda revolución” (entendida la “revolución” como la actividad política y experiencia de lucha, tal como lo plantea el documento y no sólo como un estado cristalizado de enfrentamientos totales o el régimen del gobierno popular). Así, la lucha en el frente teórico sería entonces una actividad preponderante que “tiene que conquistar e imponer un cambio de mentalidad y lo tiene que hacer antes, durante y después del momento revolucionario en que se pone en cuestión y cambia de mano el poder”. El documento reafirma que “la revolución teórica tiene así que iniciarse antes y tiene que preparar la revolución política y económica; (siendo) una de sus más decisivas condiciones de posibilidad”.
Al respecto, no es azaroso que la totalidad de mis artículos sobre la izquierda chilena apunten a lo mismo. Provengo y por edad me correspondía el natural relevo de esta tradición ideológica de la izquierda y del comunismo chileno: la de aquellos cuadros teóricos y prácticos que durante al menos 12 años, entre 1977, momento de la elaboración y posterior levantamiento de la Estrategia de Sublevación Nacional y de la Política de Rebelión Popular de Masas hasta el XV congreso en 1989, insistieron no sólo en la necesidad de todas las formas de lucha contra la dictadura, sino por sobretodo en la construcción y avance sistemático de la lucha teórica, como un ejercicio fundacional. De esta manera, el documento plantea una segunda función de la lucha teórica: “Más allá del trabajo por conquistar las conciencias para el cambio, se hace necesario definir y concebir los cambios, cuestión que requiere un acabado conocimiento de la realidad específica del país y de su entorno internacional”.
Estos cuadros políticos, teóricos en el amplio sentido del conocimiento, provenían del exilio en la RDA y Cuba, y fueron capaces de recoger la tradición heterodoxa de la década de los 70 en el Cono Sur y de su posterior desarrollo en los 80 en Centroamérica, es decir una interpretación del marxismo y del leninismo proveniente de la vertiente revolucionaria que entendió siempre la radical importancia y condición necesaria del avance en el conocimiento abstracto y concreto de la realidad nacional, internacional, del estado de conciencia de las clases, grupos y movimientos sociales dominados, del estado del conocimiento de la burguesía en el ámbito de las ciencias duras y de las ciencias sociales y de la actualización de la propia teoría a partir de la evaluación del instrumental propio y la asimilación de los conocimientos acertados de la burguesía y los propiamente progresistas no marxistas, como la evaluación permanente de la propia práctica.
Así el documento avanza en una tercera función de la lucha teórica: “La ideología burguesa, es un desafío constante y acuciante para nosotros; no nos da descanso ni respiro. Para hacerle el peso y vencerla tenemos que desplegar un saber superior, una teoría superior, una cultura más actual, más viva. Nuestra teoría debe pues responder a una doble desafío; por una parte el que surge de nuestra propia práctica teorizada (...) despojada de todo dogma, cliché o vulgarización empobrecedora, por otra parte, el desafío constante de que surge del campo (...) burgués el cual tiene la particularidad de contener al mismo tiempo una concepción del mundo falsa y engañosa que debemos combatir, pero que contiene también verdades y certezas nuevas que surgen de las ciencias y artes que continúan desarrollándose a pesar de todo en el seno de esas sociedades, verdades y certezas que debemos asimilar e incorpora a nuestro pensamiento”.
Una cuarta función de la lucha teórica apunta a “levantar la imagen de nuestros ideales, a levantar nuestro proyecto, y nuestro programa, Y debe hacerlo sobre la base de la realidad de hoy, y no del siglo pasado. Debe encarnarse en las masas populares del Chile moderno y no del Chile de antaño. (...) Se trata entonces de desarrollar todo este cúmulo de conocimientos para “destruir la imagen del mundo dominante y abrir las conciencias a la percepción de la posibilidad y necesidad de los cambios.
Así la lucha teórica es nada menos que la enorme y compleja capacidad “por crear los nuevos conceptos y valores, la lucha por difundirlos y encarnarlos en las masas, la lucha por transformarlas en masas activas y a la ofensiva, la lucha por hacer hegemónica la nueva concepción del mundo”, y parte esencial de la lucha revolucionaria o política en su conjunto”.
El estado actual de la lucha teórica de clases es de un retroceso de al menos 50 años, los cuadros políticos del partido comunista y de la izquierda chilena no concertacionista, han dejado atrás la función primordial de la lucha teórica como motor de la acción política y todas las enormes reflexiones que van desde de la vía chilena al socialismo, pasando por la teoría revolucionaria de los 70 y la crítica de la Rebelión Popular de Masas de los 80. En algunos sectores sectores incluso se ha desarrollado una especie de teoría de trincheras, pre-leninista, desde la cual se desarrolla una inactividad política o una mínima actividad reactiva.
Desde la “izquierda” concertacionista, la única “renovación” no ha sido sino la adopción de una concepción falsa y engañosa del liberalismo y por otra parte en los sectores actuales del comunismo el levantamiento de formulismos marxistas a posteriori, para justificar la acción política predominantemente socialdemócrata sin vocación de cambios reales.
Una explicación histórica del actual retroceso en el frente de la lucha teórica en el seno de la izquierda crítica, es que en plena década de los 80 se fue fraguando, dada la derrota militar de la RPM, el dominio de la burocracia partidaria y del aparato comunista por sobre los sectores que defendieron fuertemente la RPM en Chile y la Perestroika y los que fueran los combatientes internacionalistas que pasaron a engrosar las filas político militares del partido, es decir una rica mezcla de sectores heterodoxos y revolucionarios. Así dicha propuesta que intentó sintetizar en plena lucha, la radicalidad del combate contra la dictadura con una revolución teórica y de las conciencias previa y permanente, rescatando el concepto de hegemonía gramsciano como condición de posibilidad de la política de cambios, fue derrotada simultáneamente por las concepciones naturalistas y positivistas: por los neoliberales pinochetistas, por el liberalismo concertacionista y el reformismo burocrático del partido que terminó siendo un viraje socialdemócrata del aparato comunista.
Sin embargo, es a partir de este diagnóstico y del rescate de las funciones esenciales de la lucha teórica, que podemos configurar el nuevo qué hacer, para la reconstrucción de una izquierda con vocación de poder y de plasmación de cambios sociales y políticos profundos, capaz de crear un nuevo imaginario para las mayorías nacionales y de interpretar la realidad objetiva, los sueños subjetivos y por sobretodo capaz de seducir y movilizar a los amplios sectores postergados.
El primer paso de la reconstrucción de la izquierda chilena y de un proceso de cambios para Chile, es lograr entender las cuatro funciones de la lucha en su importancia radical y prioritaria. Dejar de una vez por todas de tener una concepción anti teórica y tareísta y dejar de pensar que el rol de las ideas como conocimiento objetivo y subjetivo y del lenguaje como conformación social de la realidad y seducción de las mayorías, es posterior a un hipotético cambio objetivo o mecánico o mera expresión de este.
Justamente ya lo había planteado Gramsci en 1918 en su texto balance de la Revolución Rusa: La Revolución contra El Capital: “El pensamiento marxista (...) no sitúa nunca como factor máximo de la historia los hechos económicos en bruto, sino siempre el hombre, la sociedad de los hombres, de los hombres que se reúnen, se comprenden, desarrollan a través de estos contactos (cultura) una voluntad social, colectiva, y entienden los hechos económicos, los juzgan y los adaptan a su voluntad hasta que ésta se convierte en motor de la economía, en plasmadora de la realidad objetiva, la cual vive entonces, se mueve y toma el carácter de materia telúrica en ebullición, canalizable por donde la voluntad lo desee, y como la voluntad lo desee”
Pues es completamente cierto y así lo ha demostrado por lo demás el tremendo retroceso de la izquierda chilena frente a las masas, que ya no nos creen, que si no vencemos en el terreno de la comprensión de la función primordial y desarrollo ampliado de la lucha teórica, será imposible, tal cual lo plantea el documento de nuestros Pablos Alfaro, encabezar las luchas de nuestro pueblo por su liberación.
Al respecto, no es azaroso que la totalidad de mis artículos sobre la izquierda chilena apunten a lo mismo. Provengo y por edad me correspondía el natural relevo de esta tradición ideológica de la izquierda y del comunismo chileno: la de aquellos cuadros teóricos y prácticos que durante al menos 12 años, entre 1977, momento de la elaboración y posterior levantamiento de la Estrategia de Sublevación Nacional y de la Política de Rebelión Popular de Masas hasta el XV congreso en 1989, insistieron no sólo en la necesidad de todas las formas de lucha contra la dictadura, sino por sobretodo en la construcción y avance sistemático de la lucha teórica, como un ejercicio fundacional. De esta manera, el documento plantea una segunda función de la lucha teórica: “Más allá del trabajo por conquistar las conciencias para el cambio, se hace necesario definir y concebir los cambios, cuestión que requiere un acabado conocimiento de la realidad específica del país y de su entorno internacional”.
Estos cuadros políticos, teóricos en el amplio sentido del conocimiento, provenían del exilio en la RDA y Cuba, y fueron capaces de recoger la tradición heterodoxa de la década de los 70 en el Cono Sur y de su posterior desarrollo en los 80 en Centroamérica, es decir una interpretación del marxismo y del leninismo proveniente de la vertiente revolucionaria que entendió siempre la radical importancia y condición necesaria del avance en el conocimiento abstracto y concreto de la realidad nacional, internacional, del estado de conciencia de las clases, grupos y movimientos sociales dominados, del estado del conocimiento de la burguesía en el ámbito de las ciencias duras y de las ciencias sociales y de la actualización de la propia teoría a partir de la evaluación del instrumental propio y la asimilación de los conocimientos acertados de la burguesía y los propiamente progresistas no marxistas, como la evaluación permanente de la propia práctica.
Así el documento avanza en una tercera función de la lucha teórica: “La ideología burguesa, es un desafío constante y acuciante para nosotros; no nos da descanso ni respiro. Para hacerle el peso y vencerla tenemos que desplegar un saber superior, una teoría superior, una cultura más actual, más viva. Nuestra teoría debe pues responder a una doble desafío; por una parte el que surge de nuestra propia práctica teorizada (...) despojada de todo dogma, cliché o vulgarización empobrecedora, por otra parte, el desafío constante de que surge del campo (...) burgués el cual tiene la particularidad de contener al mismo tiempo una concepción del mundo falsa y engañosa que debemos combatir, pero que contiene también verdades y certezas nuevas que surgen de las ciencias y artes que continúan desarrollándose a pesar de todo en el seno de esas sociedades, verdades y certezas que debemos asimilar e incorpora a nuestro pensamiento”.
Una cuarta función de la lucha teórica apunta a “levantar la imagen de nuestros ideales, a levantar nuestro proyecto, y nuestro programa, Y debe hacerlo sobre la base de la realidad de hoy, y no del siglo pasado. Debe encarnarse en las masas populares del Chile moderno y no del Chile de antaño. (...) Se trata entonces de desarrollar todo este cúmulo de conocimientos para “destruir la imagen del mundo dominante y abrir las conciencias a la percepción de la posibilidad y necesidad de los cambios.
Así la lucha teórica es nada menos que la enorme y compleja capacidad “por crear los nuevos conceptos y valores, la lucha por difundirlos y encarnarlos en las masas, la lucha por transformarlas en masas activas y a la ofensiva, la lucha por hacer hegemónica la nueva concepción del mundo”, y parte esencial de la lucha revolucionaria o política en su conjunto”.
El estado actual de la lucha teórica de clases es de un retroceso de al menos 50 años, los cuadros políticos del partido comunista y de la izquierda chilena no concertacionista, han dejado atrás la función primordial de la lucha teórica como motor de la acción política y todas las enormes reflexiones que van desde de la vía chilena al socialismo, pasando por la teoría revolucionaria de los 70 y la crítica de la Rebelión Popular de Masas de los 80. En algunos sectores sectores incluso se ha desarrollado una especie de teoría de trincheras, pre-leninista, desde la cual se desarrolla una inactividad política o una mínima actividad reactiva.
Desde la “izquierda” concertacionista, la única “renovación” no ha sido sino la adopción de una concepción falsa y engañosa del liberalismo y por otra parte en los sectores actuales del comunismo el levantamiento de formulismos marxistas a posteriori, para justificar la acción política predominantemente socialdemócrata sin vocación de cambios reales.
Una explicación histórica del actual retroceso en el frente de la lucha teórica en el seno de la izquierda crítica, es que en plena década de los 80 se fue fraguando, dada la derrota militar de la RPM, el dominio de la burocracia partidaria y del aparato comunista por sobre los sectores que defendieron fuertemente la RPM en Chile y la Perestroika y los que fueran los combatientes internacionalistas que pasaron a engrosar las filas político militares del partido, es decir una rica mezcla de sectores heterodoxos y revolucionarios. Así dicha propuesta que intentó sintetizar en plena lucha, la radicalidad del combate contra la dictadura con una revolución teórica y de las conciencias previa y permanente, rescatando el concepto de hegemonía gramsciano como condición de posibilidad de la política de cambios, fue derrotada simultáneamente por las concepciones naturalistas y positivistas: por los neoliberales pinochetistas, por el liberalismo concertacionista y el reformismo burocrático del partido que terminó siendo un viraje socialdemócrata del aparato comunista.
Sin embargo, es a partir de este diagnóstico y del rescate de las funciones esenciales de la lucha teórica, que podemos configurar el nuevo qué hacer, para la reconstrucción de una izquierda con vocación de poder y de plasmación de cambios sociales y políticos profundos, capaz de crear un nuevo imaginario para las mayorías nacionales y de interpretar la realidad objetiva, los sueños subjetivos y por sobretodo capaz de seducir y movilizar a los amplios sectores postergados.
El primer paso de la reconstrucción de la izquierda chilena y de un proceso de cambios para Chile, es lograr entender las cuatro funciones de la lucha en su importancia radical y prioritaria. Dejar de una vez por todas de tener una concepción anti teórica y tareísta y dejar de pensar que el rol de las ideas como conocimiento objetivo y subjetivo y del lenguaje como conformación social de la realidad y seducción de las mayorías, es posterior a un hipotético cambio objetivo o mecánico o mera expresión de este.
Justamente ya lo había planteado Gramsci en 1918 en su texto balance de la Revolución Rusa: La Revolución contra El Capital: “El pensamiento marxista (...) no sitúa nunca como factor máximo de la historia los hechos económicos en bruto, sino siempre el hombre, la sociedad de los hombres, de los hombres que se reúnen, se comprenden, desarrollan a través de estos contactos (cultura) una voluntad social, colectiva, y entienden los hechos económicos, los juzgan y los adaptan a su voluntad hasta que ésta se convierte en motor de la economía, en plasmadora de la realidad objetiva, la cual vive entonces, se mueve y toma el carácter de materia telúrica en ebullición, canalizable por donde la voluntad lo desee, y como la voluntad lo desee”
Pues es completamente cierto y así lo ha demostrado por lo demás el tremendo retroceso de la izquierda chilena frente a las masas, que ya no nos creen, que si no vencemos en el terreno de la comprensión de la función primordial y desarrollo ampliado de la lucha teórica, será imposible, tal cual lo plantea el documento de nuestros Pablos Alfaro, encabezar las luchas de nuestro pueblo por su liberación.
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