martes, 11 de noviembre de 2008

Jaime Guzmán/su asesinato/nuestro enorme desafío

X Fesal Chain, Sociólogo.

Jaime Guzmán Errázuriz, fue el más preclaro ideólogo de la dictadura militar y un hombre de una inteligencia pocas veces vista en el ámbito de la intelectualidad orgánica o ligada a fuerzas sociales y políticas con vocación de poder. 

Guzmán fue el líder teórico y espiritual del proyecto político más transformador del siglo XX en Chile, el de la construcción del moderno capitalismo financiero nacional y transnacional y de la institucionalidad política, social y cultural que hasta el día de hoy nos rige y en la que los actores políticos y sociales consciente o inconscientemente,  juegan el juego que Guzmán fue capaz de diseñar. 

Esto que planteo es fundamental, en tanto estoy convencido, que más allá de que los actores sociales y políticos de fines del siglo pasado, hayamos vivido la acción personal  de Guzmán como ideólogo y político y las consecuencias  sistémicas de sus actos, dudo razonablemente que muchos de los que hoy lideran procesos políticos y tratan de realizar análisis de la realidad chilena, hayan ni siquiera leído a Jaime Guzmán y sepan desde un pormenorizado estudio de sus textos, la tremenda profundidad y sistematicidad de su diseño y planificación y como ésta fue capaz de plasmarse en la realidad chilena.

Y lo último es gravísimo. No hay error más nefasto en ámbito de la ideología y de la política que subestimar al enemigo. No basta con ser un enconado opositor meramente político a la figura de Jaime Guzmán y a lo que representó en el pasado histórico de Chile y a lo que representa hoy. Menos sirve levantar exabruptos contra su figura. Y no sirvió, en modo alguno su asesinato. Al respecto, no me pareció en su momento, ni me parece hoy que el asesinato de Guzmán haya sido un acto revolucionario. 

En primer lugar porque para ciertos destacamentos de la izquierda armada, el acto militar siempre lo consideraron absolutamente divorciado de lo político, de las tendencias de la lucha de clases y de cómo esta se desarrollaba "realmente". Y  porque nunca consideraron la existencia de campos cualitativamente distintos en el seno del pinochetismo. Existía el campo ideológico del pinochetismo y el campo político-militar, de los  aparatos represivos de éste.  Guzmán era el ideólogo de la dictadura, no el jefe de su policía política. Con esto quiero decir que a nadie se le ocurriría, ni se le ocurrió,  a propósito de confundir campos, discutir teóricamente con Manuel Contreras o con Miguel Krassnof. Era correspondiente frente a los aparatos DINA, realizar defensa y ataque político militar. Por eso que asesinar a Jaime Guzmán fue tan improcedente como tratar de haber tenido comunicación epistolar con el Mamo o con Krassnoff en plena guerra sucia , o negociar políticamente con aquellos que eran el brazo armado del pinochetismo o su mano de hierro. 

En segundo lugar, porque justamente si estamos de acuerdo que Jaime Guzmán fue entre otros el cerebro coordinador y planificador del modelo pinochetista neoliberal,  era y es por eso, que había y que hay que ser capaces de dar frente a su propuesta, con una lucha teórica capaz de desbancar los fundamentos del pinochetismo cultural, social y político. Al asesinar a Guzmán, no se mató ni mucho menos la idea ni el emplazamiento de ella en la sociedad chilena. Se le puso más bien, encarnada en su figura, en una dimensión  heroica y trascendente y hasta hoy se le ha dado un espacio de crecimiento enorme.

Nosotros la izquierda, que tuvimos, de la generación de Guzmán, a grandes ideólogos y políticos, sistemáticos y de una inteligencia también pocas veces vista en la historia de Chile, de la talla de un Miguel Enríquez por nombrar a alguno,  y que fue  asesinado por los aparatos terroristas del estado pinochetista, debíamos y debemos ser capaces, en el caso específico de Guzmán y su corpus teórico, de haber levantado y levantar nuestras tesis, nuestros fundamentos teóricos y dar dura batalla a su diseño, en el mismo campo que Guzmán desplegó sus capacidades, en el de la lucha de ideas. Más allá de la legitimidad y justeza de la lucha político militar contra el pinochetismo. Porque había lucha política, social pero también ideológica que dar y seguir dando. Al respecto el mismo Gúzman planteaba: 

Lejos estamos los defensores del criterio señalado de pensar que las proscripciones  jurídicas sean  suficientes  para derrotar hoy la  amenaza marxista. La victoria duradera en su combate depende aún en mayor medida de otros  frentes de  acción, como son el mejoramiento de las condiciones económico-sociales que le reste el fértil caldo de cultivo que la miseria y la ignorancia le brindan a su prédica demagógica del  odio; la ya comentada eficacia en la lucha antisubversiva y antiterrorista y, sobre todo, una sólida y razonada refutación en el plano de las ideas que sobresalga por su carácter reflexivo, alejado de todo espíritu consignista, porque éste invita al rechazo en el temperamento chileno y, especialmente, en las actuales generaciones más jóvenes.

¿Qué estaba diciendo sino, en un lenguaje anticomunista que al menos son tres los frentes a ámbitos de acción política: el proyectos socioeconómico, la lucha político-militar y la lucha ideológica y cultural?

Es largo y motivo de otro artículo describir y explicar no solamente los contenidos del pensamiento de Jaime Guzmán, sino especialmente su lógica implacable, pero a modo de ejemplo déjenme citar tan sólo dos ideas fundamentales  de  Guzmán, planteadas por él mismo en "El camino  político", Realidad, año 1, N° 7, diciembre  1979, pp.  13-23. :

"En otras palabras, en vez de gobernar para hacer, en mayor o menor medida, lo que los adversarios quieren, resulta preferible contribuir a crear una realidad que reclame de todo el que gobierne una sujeción a las exigencias propias de ésta. Es decir, que si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque —valga la metáfora— el margen de alternativas que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella, sea lo suficientemente reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario. Este predicamento es, a nuestro juicio, lo que más  diferencia el enfoque político que denota el  nuevo  régimen,  respecto del que  fuera tradicional en nuestro país. Conforme a la nueva mentalidad, la importancia de quién  gobierne en el futuro no  desaparece, pero se  atenúa  considerablemente, porque las posibilidades de triunfo se circunscribirían a tendencias moderadas y relativamente similares entre sí". 

(...) "Porque no se trata sólo de que se restituyan a las personas aquellas libertades económicas y sociales que a éstas corresponden, y que les han sido gradualmente usurpadas. Circunscribir el Estado a su debida dimensión, se impone ciertamente como  esencial. Pero además es menester que el ejercicio de  dichas  libertades personales por un período  suficientemente dilatado se haga carne entre los chilenos, a fin de que la vivencia de sus frutos encuentre en cada ciudadano su más ardiente defensor"

Estas dos ideas fundamentales  entre otras,  han sido el legado de Guzmán a la historia y a la cultura de Chile, por una parte el diseño del entramado institucional y económico  en el que los actores políticos y sociales han debido moverse en estos últimos 20 años, pero por sobre todo, el triunfo cultural sobre la mayoría de nuestros compatriotas, es decir de hacerles propio que el individualismo liberal de la responsabilidad meramente personal y del hoy denominado emprendimiento sean los valores y acciones legitimas desde y por las cuales fundar toda la práctica histórica, comunitaria y social.

Yo invito a los jóvenes de izquierda a ponerse a la altura de nuestros adversarios y enemigos, a la altura teórica cuando estos son ideólogos y estudiarlos, desentrañar sus contenidos y la lógica interna de sus propuestas, para dar dura batalla al avance de las ideas liberales de nuestros adversarios y enemigos. Yo no celebro la muerte de Guzmán, me habría gustado tenerlo vivo entre nosotros y discutirle paso a paso sus ideas, haber desnudado frente al pueblo de Chile las consecuencias de ineficiencia  e ineficacia y también trágicas de su propuesta teórica y el divorcio evidente entre su lógica de las cosas y lo que el tan persistentemente llamaba su conciencia moral, cuando tristemente afirmó en una entrevista de Blanca Arthur sobre el Informe Rettig que: 

"El dolor de cualquier persona ha  sido motivo de un requerimiento  ineludible a mi conciencia moral y a mi sensibilidad,  separándolo por entero del análisis político que  uno haga  sobre los orígenes o  responsabilidades en el sufrimiento." o,

"Naturalmente que el detalle de ciertas actitudes de especial crueldad siempre  impacta. Pero aun  suponiendo que no haya exageración en ello, creo que lo central hay que buscarlo en los factores que permitan  formarse un juicio ético y político. Pienso que el análisis racional debe prevalecer por sobre la explotación emocional de hechos semejantes."

Justamente estas frases explica también la odiosidad que Guzmán generó en muchos chilenos y chilenas, porque él en su tremenda capacidad intelectual, era capaz de divorciar esta racionalidad y su proyecto político de las consecuencias "reales" y por tanto físicas, sociales, económicas y también emocionales de este proyecto sobre la vida de miles y millones de chilenos y chilenas que sufrieron en aras de su diseño y planificación, el holocausto y genocidio del pinochetismo y sufren hoy la exclusión del proceso de instauración y maduración del moderno capitalismo financiero.

No dudo que si Guzmán hubiera sido un hombre más integrado entre su racionalidad y emocionalidad, habría sido una persona plena capaz de poner toda su inteligencia al servicio del bienestar de los chilenos y chilenas y no al servicio del odio y proyecto excluyente de una clase social y de un régimen oprobioso y extremadamente prágmatico que ha dejado su huella en todos los destacamentos políticos y en la manera de realizar los proyectos.

Pero todo lo anterior de nada sirve, si nosotros y nosotras hombres y mujeres de la izquierda consecuente, no somos capaces de hacer el ejercicio teórico y cultural de avanzar sobre el legado de Guzmán, hacer una crítica teórica profunda y poner en el imaginario y en la mente de los chilenas y chilenos una propuesta de una lógica y de contenidos superiores a los de Guzmán, tanto en los planos del funcionamiento social, como en el plano ético. Porque no basta solamente con la ética. Hay que dar la lucha teórica en todos los planos y vencer. 

Mientras no lo hagamos, la derecha política y social y su propuesta cultural seguirá creciendo y hegemonizando Chile, y permeando al liberalismo desarrollista y socialdemócrata e incluso auna parte importante de la izquierda histórica. Mientras no lo hagamos, mientras no ganemos la lucha teórica y cultural, seguiremos siendo una ínfima minoría incapaces de transformar el mundo, nuestro Chile y de poner a la orden del día, entre otras cosas, la necesidad de la revolución social como proyecto eficiente y eficaz de vida cotidiana, política, económica, cultural y éticamente superior. 

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