miércoles, 19 de noviembre de 2008

LA POLÍTICA DE LOS POLÍTICOS Y LA POLÍTICA DEL MUNDO POPULAR

Fesal Chain, poeta, escritor y sociólogo.

En un texto muy clarificador que me presto una alumna, titulado Dispersar el Poder, de Raúl Zibechi, se plantea una cuestión central: "La revolución es partera de la historia. La frase de Marx sintetiza una concepción de la revolución que ha sido sepultada por los marxistas. (...) La revolución ayuda al nacimiento del mundo nuevo, pero no es ella quien lo crea. Ese nuevo mundo ya existe, en determinado grado de desarrollo. (Al respecto) reflexiona Marx sobre la experiencia de la Comuna de París: "Los obreros -decía- no tienen ninguna utopía lista para implantar por decreto del pueblo. Ellos no tienen que realizar ningún ideal, sino simplemente dar suelta a los elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad burguesa agonizante lleva en su seno".

Por otra parte Zibechi afirma: "La historia del siglo XX está repleta de partos de mundos que encarnan relaciones sociales "viejas". Este es un hecho dramático que ha traído nefastas consecuencias. En general las revoluciones no han parido mundos nuevos sino que los revolucionarios intentaron construir el nuevo mundo desde los aparatos estatales (...) más allá de la mejor buena voluntad de los revolucionarios, lo cierto es que los estados no son los instrumentos adecuados para crear relaciones sociales emancipatorias".

Y termina: "Desde este punto de vista, lo más revolucionario que podemos hacer es empeñarnos en crear nuevas relaciones sociales al interior de nuestros territorios, relaciones que nacen en la lucha y se sostienen y expanden gracias a ella".

En mi ensayo de la Sociología de la Resistencia afirmo en otras palabras algo similar, por una parte el mundo social actualmente se organiza o da suelta a su existencia independientemente del estado, de manera descentralizada y fragmentaria y también como reacción al estado, que se organiza en una fortaleza central. Estado que es siempre hoy la organización no sólo de los aparatos del poder sino del capital financiero en su conjunto.

Los partidos políticos en el mundo y en Chile son expresiones del estado y no del mundo social. O dicho de otra manera se constituyen internamente desde el modelo estatal y quieren llegar a él, y lo que es más dramático aún que la política de los revolucionarios clásicos, que esto se da cada vez de manera más autónoma con respecto al mundo social. En Chile se ha hecho tan evidente al punto que los partidos en su conjunto acceden al poder estatal sin mediar ni la lucha, ni la participación, ni la votación de las mayorías y al mismo tiempo emplazando sus máquinas internas. Al respecto el padrón envejecido y el binominal son clara muestra de aquello como lo gerontocrático de sus cuadros y estructuras. 

Pero también se ve esto en las estrategias de la izquierda extra parlamentaria que ya no debe acceder a las masas para concursar y ganar, bastan pactos políticos o acuerdos de acceso a las listas electorales de los dominantes para repartirse el viejo padrón y colocar un representante en el poder estatal. Y en casos más reactivos aún, conversaciones de palacio o negociaciones individuales a partir de las máquinas partidarias para colocar funcionarios públicos menores en el aparato del estado.

Por eso que la contradicción principal en el seno de la izquierda extra parlamentaria en Chile, ya no es lucha armada de masas o vía chilena al socialismo. En realidad ni siquiera hay contradicción puesto que la totalidad de sus destacamentos unos más otros menos en su potencia, diseñan y actúan desde la estrategia de la negociación de elite.

No está de más decir que el sistema estatal del capital financiero ni siquiera, como hace 38 años, es un vehículo de ampliación de la participación ni menos de acceso al poder del mundo popular. Y cuando lo fue, sólo disciplinó las energías populares ese dar suelta su organización, de tal manera que anulo la fuerza social y la subsumió a la estrategia de los partidos. Así el intento de revolución en Chile fue abortado, no sólo por la reacción sino por los reformistas en una primera etapa (1970-1973).

Pero también los revolucionarios en el período 1973-1986, en su concepción estadocentrista, al tratar de subsumir la estrategia popular a la mera estrategia de lucha armada de los aparatos militares, nunca trabajaron sistemáticamente lo político de lo social y arrastraron a la estrategia popular a la derrota.

Mirada la realidad así, si el estado fuese un vehículo o un lugar a asaltar, la matriz de pensamiento de toda la izquierda terminaría por ahogar la fuerza social del mundo popular, negando su especificidad o la política de lo social.

Pero como ya no es ni lo uno ni lo otro, dada la construcción de fortaleza del sistema estatal del capital financiero, la izquierda auto derrotada y ciega al mundo social, sólo hace juegos de palacio o desde arriba, en el diálogo con los destacamentos neo liberales de la izquierda y de la derecha o ya ocupó espacios de mandos medios en el poder estatal.

Pero lo social existe y tiene su política que no es la de los partidos en su juego de negociaciones ni tampoco en su juego de maquinas internas. Mientras éstos juegan arriba y despliegan sus maquinas afuera del estado para llegar a él o dentro del estado para incidir, el pueblo despliega su política. Que siempre para los de arriba (hoy la izquierda extra parlamentaria incluida), es otra cosa y no política. Es desorden, espontaneismo, falta de conciencia, abulia, delincuencia, violencia injustificada y vandalismo, anomia para los sociólogos del orden y de la finalidad dada por las elites.

Pero no es así y cualquiera que reflexione desde la práctica popular y observe, se da cuenta que la diversidad de manifestaciones realmente existentes de lo social popular, son expresiones y manifestaciones de organización social, de política propia y de economía popular.

La paradoja del neo liberalismo de izquierda, de derecha y de la izquierda extra parlamentaria (que tiene muy bien puesto el nombre, ya que no está en el parlamento pero tampoco en lo social) es que la construcción sistémica que hacen, genera un poder dual acaso mayor que el del pasado, puesto que no solo lo popular existe y se organiza en distintos planos sino que a su vez por abandono de la elite, de la clase política, va construyendo autonomía.

Con esto no digo que la revolución esta ni siquiera en ciernes, o que el pueblo se moviliza a grandes zancadas, puesto que la revolución o la acción popular a gran escala es un acto político que justamente ayuda al nacimiento del mundo nuevo como sistema hegemónico pero no es él. Lo que afirmo es que dada la dinámica del sistema en su conjunto, de lo político divorciado de lo social y de lo social abandonado y autonómico de manera creciente, el mundo nuevo comienza a tener más cuerpos.

El problema ya no será si existen o no territorios sociales fecundos para el nuevo mundo dominante, sino si la política de los partidos nuevos entiende esto: que sólo es posible que el mundo nuevo en ciernes se haga dominante, si los propios partidos políticos dejan de tener una cultura estadocéntrica y comienzan a ponerse al lado de lo popular como una organización más que facilite, sistematice y traduzca la organización social del mundo popular y su expresión política en ciernes.

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