El artista se sorprende del mundo, pero no claro está como el niño que lo descubre por primera vez, sino como un hombre o mujer que ya conociéndolo en parte, se deja transformar por el objeto de su observación.
La izquierda construyó una mirada, la ha construido ya hace 2 siglos y el ojo se ha acostumbrado. Lo que quiero decir es que muchas veces la izquierda mira más los conceptos y las teorías que la realidad desnuda o lo que se denomina en el arte y en la lingüística, los significantes. Signos de la realidad que se despliegan y que a veces, algunas veces, tienen un significado nuevo que ya no lo podemos explicar con viejos conceptos.
Re/construir la izquierda es también y al mismo tiempo que estar abajo, en la cotidianidad de la vida y el sueño de los hombres y mujeres tan distantes a las promesas de la elite, renovar el ojo, la mirada ideologizada como falsa conciencia o como mirada dogmática sólo apegada a ciertos preceptos y no a la realidad tal como se despliega.
A eso se refiere Saramago cuando plantea la idea de "los túmulos ideológicos donde se refugian(los funcionarios y dirigentes) (en donde al parecer) no hubiese nada más que polvo y telarañas, como mucho un hueso arcaico que ya ni para reliquia serviría. Para luego afirmar que "la izquierda no tiene ni puta idea del mundo en que vive".
Entonces ya van dos ideas simples, estar abajo en el espacio o distancia que se forma entre el pueblo y la promesa de la elite y cambiar el ojo, sorprendiéndose del mundo siempre cambiante, dejándonos cambiar la mirada arcaica por la realidad nueva del mundo.
Si Marx afirmó que ya no basta con contemplar la realidad sino que hay que transformarla, es posible en pleno siglo XXI, afirmar que para transformar la realidad (y no para adecuarse a ella) es necesario que ésta nos sorprenda de tal modo que sea capaz de transformar nuestras miradas antiguas. En el acoplamiento estructural de nuevos mundos y nuevas miradas correspondientes a estos mundos, se despliega la operatividad de la transformación efectiva.
Continuará
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