x Fesal Chain Sociólogo
El lunes 14, después de las elecciones en Chile, leí un texto de Gabriel Salazar en el Diario Las Ultimas Noticias, sobre la candidatura de Marco Enríquez. En él plantea no sin razón y desde una perspectiva histórica social, que Marco Enríquez-Ominami, es hijo de una izquierda que ya no es izquierda, la cual dejó un hueco y una matriz histórica de la que se puede esperar cualquier cosa. Que este “proyecto” no tiene una estructurada base social de apoyo, sino una muchedumbre movediza, que siempre está en movimiento lateral, esperando que “algo” surja en algún recodo. Salazar nos dice que el candidato que agrupó a un 20% del descontento contra el modelo concertacionista neoliberal, no podrá constituir la “fuerza alternativa” que la gran mayoría de los chilenos espera. Pero también nos dice que el Juntos Podemos y la propuesta comunista-Arratista no es más que una neo-organización política que lucha por sobrevivir, tratando de ingresar con un diputado o dos al Congreso Nacional (esta vez fueron 3), aceptando al mismo tiempo la Constitución (neoliberal) que nos dejó en herencia Pinochet.
La crítica de Salazar es en esencia cierta, y desde mis artículos la he realizado también. Sin embargo con el enorme respeto que me merece, creo que Gabriel Salazar se equivoca en algo fundamental. El, desde una reflexión de la historia del movimiento social, trata de generar una matriz de análisis de coyuntura de la lucha política de clases. Y por cierto que siempre desde la historia social, se observarán los intentos políticos coyunturales de las representaciones y del propio pueblo, como carentes de la sustancia histórica de aquellos fenómenos cristalizados. En ese sentido comparar el movimiento de Enríquez con el pasado de la izquierda, con Allende, o su padre biológico, o con las expectativas de lo que podría llegar a construir el pueblo, no tiene ningún sentido, en tanto a mi juicio el fenómeno Enríquez Ominami y el apoyo recibido, no es sino una manifestación y pieza política de un proceso histórico que cristalizará en fenómenos y procesos de mayor envergadura.
Al respecto, probablemente ese era mi desacuerdo inconfesado con Salazar en tiempos que fui su alumno y en que dábamos la batalla del NO. Es que para mí al menos es absolutamente necesario combinar el acertado análisis histórico social de Gabriel Salazar con un análisis y una práctica política de matriz leninista, que a la luz de la historia social parecería un voluntarismo, o que se expresa y se ha expresado en Chile como intentos fallidos y por tanto improcedentes.
Así, considerando que efectivamente, el movimiento popular y ciudadano no podrá sino imponerse por mismo para constituirse en alternativa con propuestas y proyecto, como lo plantea el historiador, también creo que es muy necesario admitir que las prácticas de la izquierda ya sea la de los 70, 80 o la actual, son también vectores que si bien, no han direccionado y representado correctamente al movimiento social y muchas veces lo han frenado, han contribuido a su vez a la visibilidad y dinámica del movimiento popular en la compleja relación de lo social y lo político, que no es sino una dialéctica de encuentros y desencuentros, hasta la victoria y no es un mero eslogan.
Para mi, y considerando que el pivote fundamental de la política es el movimiento social, ciudadano y popular, una cuestión central desde una política de izquierda es no quedar "fuera" de los procesos reales de la lucha política de clases. Ya sea asumiendo una mirada demasiado historicista o considerando la lucha como mera lucha política electoral y parlamentaria, o como lucha corporativa y reivindicativa de los sectores sociales, o como lucha militar divorciada de la construcción política y social.
Es más que evidente que la lucha electoral no es "toda la lucha política de clases", pero a su vez la lucha social “espontánea” o del movimiento popular como protesta o intentos de agrupación para derrotar tal o cual alternativa, tampoco lo es. Ni menos la lucha sindical o sectorial pura, por reivindicaciones parciales y muchísimo menos el terrorismo individual o de agrupaciones militarizadas.
Considerando que la lucha electoral actual es una expresión parcial de la lucha política de clases, si afirmábamos en la última contienda electoral en Chile, que votar por uno u otro era lo mismo, entonces cometíamos una falacia, ya que igualábamos el todo a uno y eso nunca es cierto, menos en la política, que entre otras cosas, está hecha de luchas entre fracciones, ya sea entre los sectores de la burguesía, como entre sectores del proletariado y de los pobres urbanos y rurales y claro está entre ambas grandes agrupaciones de lo social y lo político .
Por lo mismo afirmaba en mi artículo Las elecciones Presidenciales en Chile ¿Qué se juega realmente?, lo siguiente: “Todos los sectores políticos más allá de sus programas o dichos, son de cierta manera variables del liberalismo...Sin embargo, si bien no está en juego el modelo (neoliberal) en toda su extensión, si está en juego su comando político y en ese sentido no da lo mismo quien lo lidere, puesto que de los tipos de destacamento que dirijan el aparato del Estado, dependen las variaciones más reaccionarias o más progresistas del modelo en su conjunto. De dirigirlo la derecha será el extremo del modelo neoliberal, de ganar la concertación, el mantenimiento y conservación de lo actual, un liberal populismo y de ganar Enríquez-Ominami, la posibilidad (por un aparte) de la reunificación de la izquierda, si no bajo propuestas socialistas, al menos organizacionalmente, y a su vez la probabilidad del cumplimiento de una nueva promesa a la sociedad chilena, de la creación de un modelo socialdemócrata liberal progresista, estilo Correa en Ecuador o Lula en Brasil”.
Lo que decía en dicho artículo, y era un ejercicio teórico de distinciones, pero que a su vez es la realidad que está justamente conformada de dichas distinciones, y la posibilidad e incidir en la práctica concreta y real, es que los avances o retrocesos en la lucha social y política y especialmente en Chile, dependen tanto desde el movimiento social como de los destacamentos o partidos y de que ambos, dinámicamente realicen efectivamente una política de movimientos y alineaciones y no de trincheras, y en Chile es así hace muchísimos años. Por eso es que finalmente y a pesar de que sabíamos que no era ni mucho menos el camino socialista, estuvimos por el NO a Pinochet, y no por el NO al No, esto permitió para el pueblo en su conjunto pasar, vía apoyo a los democráticos burgueses y la socialdemocracia socialista y cristiana neoliberal, de la dictadura militar a una democracia tutelada. Bajo la misma lógica, ahora la cuestión es como pasamos de una democracia tutelada a una democracia de masas y la superación del neoliberalismo.
Es altamente probable que con la derrota y ruptura de la concertación se comience a construir el “des-tutelamiento”, de una socialdemocracia neoliberal administradora del pinochetismo y paradojalmente aunque no sea vea y se vea lo contrario, del propio pinochetismo. Desde esta perspectiva, ni yo, ni mi análisis se sitúa o en la derecha de la izquierda, es decir en el PC y su estrategia concertacionista y parlamentaria muy reduccionista, ni en la izquierda de la izquierda, es decir en la negación de los procesos reales de la lucha política de clases, como lucha meramente historicista, o de trinchera o de reivindicaciones parciales, también a mi juicio reduccionista.
Era claro que frente a la lucha de las fracciones burguesas y socialdemócratas neoliberales, es decir que frente a la lucha inter burguesa, no se debía optar como lo hicieron de modo permanente los comunistas, por acompañar y aliarse a una de las fracciones más reaccionarias del NO, el freismo, (por cargos parlamentarios) pero tampoco era efectivo quedarse fuera de los procesos de resolución del conflicto inter burgués. Lo sabemos hace mucho tiempo, cuando los de arriba se pelean, los de abajo pueden incidir en la lucha no sólo de los de arriba, sino en toda la lucha, es decir en el carácter más o menos reaccionario del período.
Ya en la primera vuelta presidencial, el pueblo y sobretodo los destacamentos de la izquierda histórica se equivocaron una vez más. No fueron capaces éstos últimos, de fijar la contradicción principal del período, que era no optar entre Frei y Piñera sino en construir un alternativa autónoma a la concertación y a la derecha. Es decir alinearse con aquellos más progresistas que Frei en el campo del NO y que lograban mayor apoyo. Así y especialmente gracias a los comunistas y a la estrategia Arratista subsumida en el PC, los destacamentos en su totalidad no fueron capaces de construir y o acompañar a la alternativa mayoritaria izquierda. La opción socialdemócrata liberal progresista o izquierda progresista de Enríquez Ominami. Dispersaron los votos de la unidad y con un voto testimonial a Arrate, le dieron el triunfo relativo al Freismo.
Hoy viene la segunda vuelta electoral y los propios concertacionistas y la izquierda histórica han puesto al pueblo en una disyuntiva muy compleja, la de dirimir entre la alianza más reaccionaria de la historia de Chile, el pinochetismo y la alianza más reaccionaria del campo del NO, el freismo-concertacionista. Así, plantean a partir de este encierro autoimpuesto que la contradicción principal es el Neopinochetismo versus Democráticos progresistas (casi entre fascistas golpistas y democráticos) o al decir de Schilling entre el mercado sin mano humana y el ser humano capaz de manejar la economía y la política a través del fortalecimiento de la regulación y gestión estatal.
El problema es que la contradicción principal no es esa y el adversario principal no es el pinochetismo, como lo fue en el período de la dictadura. Por una cuestión histórica primero, no se trata esta vez de agruparse frente al golpe y la dictadura. Y segundo porque ya el pueblo o parte importante de él, así lo percibió al darle un 20% de apoyo al marquismo. El pueblo deseaba el cambio de una socialdemocracia neoliberal administradora del pinochetismo. Requería sacar a los sectores más neoliberales del campo del No y sustituirlos. Y lo sigue afirmando cuando dice que las diferencias entre el pinochetismo y el freismo son mínimas.
Creo que hoy, dada la contradicción principal que no es sino cual destacamento debe comandar el modelo de crecimiento, desarrollo y el aparato del estado, es el momento histórico en que el pueblo pueda despercudirse definitivamente de la opción socialdemócrata neoliberal como mandante y dominadora del bloque del NO.
Es cierto que en la medida que el pueblo se alinea con la candidatura de la ultraderecha o no dirime a favor de Frei, la primera saldrá triunfadora en la contienda y gobernará Chile, sin embargo el pueblo de izquierda que no apoyará a Frei, que ya se ha nucleado en Enríquez Ominami, si desea crecer, debe continuar poniendo los cimientos de su organización y unidad equidistante y autónoma tanto de la socialdemocracia neoliberal, como de la ultraderecha pinochetista.
El triunfo de la derecha es ilusorio o al menos precario, en tanto efectivamente se encontrará con un 50% de la población como oposición pero esta vez, más allá de los triunfos o derrotas parlamentarias, comandada por los sectores más progresistas del Bloque del NO y que no desean meramente administrar el modelo pinochetista, en ese proceso de oposición y unidad se comenzará a construir un futuro y no tan lejano triunfo popular.
La derrota de los socialdemócratas neoliberales a la par que el triunfo de pinochetismo, es el comienzo de la construcción de una izquierda más progresista y menos liberal, pero lo nuevo nace de lo viejo y comenzará a desarrollarse desde la única opción que al menos se planteó autonomía de la ultraderecha y de la concertación, el marquismo.
Hoy es el momento histórico de la unidad de la izquierda chilena, por supuesto, de aquellos que deseen unirse a un proceso que apunte a la autonomía y a la radicalidad democrática, capaz de representar, acompañar y direccionar una fuerza social y política anti derecha y anti concertación como sectores reaccionarios (en lo neoliberal y antipopular que tienen de común) y enraizada en los sectores más golpeados por el neoliberalismo y con un programa de cambios reales. Esa es la tarea de la izquierda y del pueblo.
Si la opción de Enríquez Ominami, es o no la cristalización definitiva de esta fuerza social y política, no es tan importante como que al menos hoy por primera vez después de 20 años, se ha constituido un alternativa autónoma y es necesario avanzar hacia propuestas aún más democráticas probablemente, pero desde y vía Enríquez. Es de perogrullo. Hoy ninguna alternativa es la alternativa socialista “pura”, pero el tema es cómo se construye dicha alternativa desde la izquierda en la lucha política y movimiento real y no al margen. Lo único que no hay que hacer es subsumirse en el enemigo definido por la contradicción principal y nunca dejar de estar en la lucha real, aunque nos parezca "impura" es decir que no refleja lo que nuestros deseos e intereses prefiguran. Es una cuestión de método que define contenidos.
Si gana la ultraderecha será un retroceso, si gana la concertación la mantención del tutelaje, y si gana Enríquez-Ominami en esta segunda vuelta, que no es sino que pierda la concertación y el dominio de los más neoliberales en su interior, y paralelamente se construya la unidad de la izquierda, probablemente la ruptura concertacionista será inminente y se abrirá un nuevo período de la lucha política de clases, donde lo central será quien comanda una alternativa crecientemente antineoliberal y antipinochetista desde el bloque del NO.
Insisto, la tarea es cambiar el eje ilusorio de ganarle a la derecha a corto plazo, la tarea es la unidad de la izquierda y que los sectores más progresistas de esta comanden la fuerza social y política nueva. La izquierda somos un 26 a 30% al menos, la tarea es dejar que los concertacionistas resuelvan sus problemas, nosotros debemos resolver los nuestros, estrategia, organización y programa para ese 30% y prepararnos para lo que viene, el gobierno de la derecha y la construcción de su derrota estratégica avanzando al gobierno el 2014.
No continuar en esta senda planteada y subsumirse en la resolución de la lucha de los reaccionarios del bloque neoliberal dominante, negociando o apoyando por prebendas, es retrotraer ficticiamente la historia y no entender la contradicción principal del período, no saber incidir una vez más en la lucha inter burguesa y probablemente construir la derrota de la izquierda y del pueblo nuevamente.
La crítica de Salazar es en esencia cierta, y desde mis artículos la he realizado también. Sin embargo con el enorme respeto que me merece, creo que Gabriel Salazar se equivoca en algo fundamental. El, desde una reflexión de la historia del movimiento social, trata de generar una matriz de análisis de coyuntura de la lucha política de clases. Y por cierto que siempre desde la historia social, se observarán los intentos políticos coyunturales de las representaciones y del propio pueblo, como carentes de la sustancia histórica de aquellos fenómenos cristalizados. En ese sentido comparar el movimiento de Enríquez con el pasado de la izquierda, con Allende, o su padre biológico, o con las expectativas de lo que podría llegar a construir el pueblo, no tiene ningún sentido, en tanto a mi juicio el fenómeno Enríquez Ominami y el apoyo recibido, no es sino una manifestación y pieza política de un proceso histórico que cristalizará en fenómenos y procesos de mayor envergadura.
Al respecto, probablemente ese era mi desacuerdo inconfesado con Salazar en tiempos que fui su alumno y en que dábamos la batalla del NO. Es que para mí al menos es absolutamente necesario combinar el acertado análisis histórico social de Gabriel Salazar con un análisis y una práctica política de matriz leninista, que a la luz de la historia social parecería un voluntarismo, o que se expresa y se ha expresado en Chile como intentos fallidos y por tanto improcedentes.
Así, considerando que efectivamente, el movimiento popular y ciudadano no podrá sino imponerse por mismo para constituirse en alternativa con propuestas y proyecto, como lo plantea el historiador, también creo que es muy necesario admitir que las prácticas de la izquierda ya sea la de los 70, 80 o la actual, son también vectores que si bien, no han direccionado y representado correctamente al movimiento social y muchas veces lo han frenado, han contribuido a su vez a la visibilidad y dinámica del movimiento popular en la compleja relación de lo social y lo político, que no es sino una dialéctica de encuentros y desencuentros, hasta la victoria y no es un mero eslogan.
Para mi, y considerando que el pivote fundamental de la política es el movimiento social, ciudadano y popular, una cuestión central desde una política de izquierda es no quedar "fuera" de los procesos reales de la lucha política de clases. Ya sea asumiendo una mirada demasiado historicista o considerando la lucha como mera lucha política electoral y parlamentaria, o como lucha corporativa y reivindicativa de los sectores sociales, o como lucha militar divorciada de la construcción política y social.
Es más que evidente que la lucha electoral no es "toda la lucha política de clases", pero a su vez la lucha social “espontánea” o del movimiento popular como protesta o intentos de agrupación para derrotar tal o cual alternativa, tampoco lo es. Ni menos la lucha sindical o sectorial pura, por reivindicaciones parciales y muchísimo menos el terrorismo individual o de agrupaciones militarizadas.
Considerando que la lucha electoral actual es una expresión parcial de la lucha política de clases, si afirmábamos en la última contienda electoral en Chile, que votar por uno u otro era lo mismo, entonces cometíamos una falacia, ya que igualábamos el todo a uno y eso nunca es cierto, menos en la política, que entre otras cosas, está hecha de luchas entre fracciones, ya sea entre los sectores de la burguesía, como entre sectores del proletariado y de los pobres urbanos y rurales y claro está entre ambas grandes agrupaciones de lo social y lo político .
Por lo mismo afirmaba en mi artículo Las elecciones Presidenciales en Chile ¿Qué se juega realmente?, lo siguiente: “Todos los sectores políticos más allá de sus programas o dichos, son de cierta manera variables del liberalismo...Sin embargo, si bien no está en juego el modelo (neoliberal) en toda su extensión, si está en juego su comando político y en ese sentido no da lo mismo quien lo lidere, puesto que de los tipos de destacamento que dirijan el aparato del Estado, dependen las variaciones más reaccionarias o más progresistas del modelo en su conjunto. De dirigirlo la derecha será el extremo del modelo neoliberal, de ganar la concertación, el mantenimiento y conservación de lo actual, un liberal populismo y de ganar Enríquez-Ominami, la posibilidad (por un aparte) de la reunificación de la izquierda, si no bajo propuestas socialistas, al menos organizacionalmente, y a su vez la probabilidad del cumplimiento de una nueva promesa a la sociedad chilena, de la creación de un modelo socialdemócrata liberal progresista, estilo Correa en Ecuador o Lula en Brasil”.
Lo que decía en dicho artículo, y era un ejercicio teórico de distinciones, pero que a su vez es la realidad que está justamente conformada de dichas distinciones, y la posibilidad e incidir en la práctica concreta y real, es que los avances o retrocesos en la lucha social y política y especialmente en Chile, dependen tanto desde el movimiento social como de los destacamentos o partidos y de que ambos, dinámicamente realicen efectivamente una política de movimientos y alineaciones y no de trincheras, y en Chile es así hace muchísimos años. Por eso es que finalmente y a pesar de que sabíamos que no era ni mucho menos el camino socialista, estuvimos por el NO a Pinochet, y no por el NO al No, esto permitió para el pueblo en su conjunto pasar, vía apoyo a los democráticos burgueses y la socialdemocracia socialista y cristiana neoliberal, de la dictadura militar a una democracia tutelada. Bajo la misma lógica, ahora la cuestión es como pasamos de una democracia tutelada a una democracia de masas y la superación del neoliberalismo.
Es altamente probable que con la derrota y ruptura de la concertación se comience a construir el “des-tutelamiento”, de una socialdemocracia neoliberal administradora del pinochetismo y paradojalmente aunque no sea vea y se vea lo contrario, del propio pinochetismo. Desde esta perspectiva, ni yo, ni mi análisis se sitúa o en la derecha de la izquierda, es decir en el PC y su estrategia concertacionista y parlamentaria muy reduccionista, ni en la izquierda de la izquierda, es decir en la negación de los procesos reales de la lucha política de clases, como lucha meramente historicista, o de trinchera o de reivindicaciones parciales, también a mi juicio reduccionista.
Era claro que frente a la lucha de las fracciones burguesas y socialdemócratas neoliberales, es decir que frente a la lucha inter burguesa, no se debía optar como lo hicieron de modo permanente los comunistas, por acompañar y aliarse a una de las fracciones más reaccionarias del NO, el freismo, (por cargos parlamentarios) pero tampoco era efectivo quedarse fuera de los procesos de resolución del conflicto inter burgués. Lo sabemos hace mucho tiempo, cuando los de arriba se pelean, los de abajo pueden incidir en la lucha no sólo de los de arriba, sino en toda la lucha, es decir en el carácter más o menos reaccionario del período.
Ya en la primera vuelta presidencial, el pueblo y sobretodo los destacamentos de la izquierda histórica se equivocaron una vez más. No fueron capaces éstos últimos, de fijar la contradicción principal del período, que era no optar entre Frei y Piñera sino en construir un alternativa autónoma a la concertación y a la derecha. Es decir alinearse con aquellos más progresistas que Frei en el campo del NO y que lograban mayor apoyo. Así y especialmente gracias a los comunistas y a la estrategia Arratista subsumida en el PC, los destacamentos en su totalidad no fueron capaces de construir y o acompañar a la alternativa mayoritaria izquierda. La opción socialdemócrata liberal progresista o izquierda progresista de Enríquez Ominami. Dispersaron los votos de la unidad y con un voto testimonial a Arrate, le dieron el triunfo relativo al Freismo.
Hoy viene la segunda vuelta electoral y los propios concertacionistas y la izquierda histórica han puesto al pueblo en una disyuntiva muy compleja, la de dirimir entre la alianza más reaccionaria de la historia de Chile, el pinochetismo y la alianza más reaccionaria del campo del NO, el freismo-concertacionista. Así, plantean a partir de este encierro autoimpuesto que la contradicción principal es el Neopinochetismo versus Democráticos progresistas (casi entre fascistas golpistas y democráticos) o al decir de Schilling entre el mercado sin mano humana y el ser humano capaz de manejar la economía y la política a través del fortalecimiento de la regulación y gestión estatal.
El problema es que la contradicción principal no es esa y el adversario principal no es el pinochetismo, como lo fue en el período de la dictadura. Por una cuestión histórica primero, no se trata esta vez de agruparse frente al golpe y la dictadura. Y segundo porque ya el pueblo o parte importante de él, así lo percibió al darle un 20% de apoyo al marquismo. El pueblo deseaba el cambio de una socialdemocracia neoliberal administradora del pinochetismo. Requería sacar a los sectores más neoliberales del campo del No y sustituirlos. Y lo sigue afirmando cuando dice que las diferencias entre el pinochetismo y el freismo son mínimas.
Creo que hoy, dada la contradicción principal que no es sino cual destacamento debe comandar el modelo de crecimiento, desarrollo y el aparato del estado, es el momento histórico en que el pueblo pueda despercudirse definitivamente de la opción socialdemócrata neoliberal como mandante y dominadora del bloque del NO.
Es cierto que en la medida que el pueblo se alinea con la candidatura de la ultraderecha o no dirime a favor de Frei, la primera saldrá triunfadora en la contienda y gobernará Chile, sin embargo el pueblo de izquierda que no apoyará a Frei, que ya se ha nucleado en Enríquez Ominami, si desea crecer, debe continuar poniendo los cimientos de su organización y unidad equidistante y autónoma tanto de la socialdemocracia neoliberal, como de la ultraderecha pinochetista.
El triunfo de la derecha es ilusorio o al menos precario, en tanto efectivamente se encontrará con un 50% de la población como oposición pero esta vez, más allá de los triunfos o derrotas parlamentarias, comandada por los sectores más progresistas del Bloque del NO y que no desean meramente administrar el modelo pinochetista, en ese proceso de oposición y unidad se comenzará a construir un futuro y no tan lejano triunfo popular.
La derrota de los socialdemócratas neoliberales a la par que el triunfo de pinochetismo, es el comienzo de la construcción de una izquierda más progresista y menos liberal, pero lo nuevo nace de lo viejo y comenzará a desarrollarse desde la única opción que al menos se planteó autonomía de la ultraderecha y de la concertación, el marquismo.
Hoy es el momento histórico de la unidad de la izquierda chilena, por supuesto, de aquellos que deseen unirse a un proceso que apunte a la autonomía y a la radicalidad democrática, capaz de representar, acompañar y direccionar una fuerza social y política anti derecha y anti concertación como sectores reaccionarios (en lo neoliberal y antipopular que tienen de común) y enraizada en los sectores más golpeados por el neoliberalismo y con un programa de cambios reales. Esa es la tarea de la izquierda y del pueblo.
Si la opción de Enríquez Ominami, es o no la cristalización definitiva de esta fuerza social y política, no es tan importante como que al menos hoy por primera vez después de 20 años, se ha constituido un alternativa autónoma y es necesario avanzar hacia propuestas aún más democráticas probablemente, pero desde y vía Enríquez. Es de perogrullo. Hoy ninguna alternativa es la alternativa socialista “pura”, pero el tema es cómo se construye dicha alternativa desde la izquierda en la lucha política y movimiento real y no al margen. Lo único que no hay que hacer es subsumirse en el enemigo definido por la contradicción principal y nunca dejar de estar en la lucha real, aunque nos parezca "impura" es decir que no refleja lo que nuestros deseos e intereses prefiguran. Es una cuestión de método que define contenidos.
Si gana la ultraderecha será un retroceso, si gana la concertación la mantención del tutelaje, y si gana Enríquez-Ominami en esta segunda vuelta, que no es sino que pierda la concertación y el dominio de los más neoliberales en su interior, y paralelamente se construya la unidad de la izquierda, probablemente la ruptura concertacionista será inminente y se abrirá un nuevo período de la lucha política de clases, donde lo central será quien comanda una alternativa crecientemente antineoliberal y antipinochetista desde el bloque del NO.
Insisto, la tarea es cambiar el eje ilusorio de ganarle a la derecha a corto plazo, la tarea es la unidad de la izquierda y que los sectores más progresistas de esta comanden la fuerza social y política nueva. La izquierda somos un 26 a 30% al menos, la tarea es dejar que los concertacionistas resuelvan sus problemas, nosotros debemos resolver los nuestros, estrategia, organización y programa para ese 30% y prepararnos para lo que viene, el gobierno de la derecha y la construcción de su derrota estratégica avanzando al gobierno el 2014.
No continuar en esta senda planteada y subsumirse en la resolución de la lucha de los reaccionarios del bloque neoliberal dominante, negociando o apoyando por prebendas, es retrotraer ficticiamente la historia y no entender la contradicción principal del período, no saber incidir una vez más en la lucha inter burguesa y probablemente construir la derrota de la izquierda y del pueblo nuevamente.
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