x Fesal Chain
Haré una nota breve, siempre escribo o trato de hacerlo, desde la sociología política y reafirmando mi relativa independencia o adscripción ideológica cuando realizo los análisis y creo que lo he logrado en cierta medida, lo que me ha dado enormes satisfacciones en el encuentro de lectores y diálogos. Sin embargo, esta carta no está hecha desde la sociología política, acaso es fruto de mis análisis, pero sobre todo es precisamente una adscripción.
He escrito suficientemente en contra de la ultra derecha a lo largo de mi vida literaria, y también he actuado en consecuencia, he sido anti pinochetista desde mi más temprana juventud. También he sido muy crítico y no es momento de ahondar en detalles, del giro socialdemócrata del partido comunista en el cual milito, hacia la concertación. Recojo en la crítica a la concertación, no solo mi tradición de práctica política, que en definitiva se asienta en el Movimiento Democrático Popular original de los 80, sino también las críticas que ha realizado Felipe Portales en su libro "Una Democracia Tutelada", la visión de Gabriel Salazar y mis propios textos en G80.
En dicha página, he realizado un sinnúmero de artículos y proyectos de ensayo, que de alguna u otra manera han sido muy críticos del sistema en su conjunto, puesto que en realidad no me interpretan totalmente las opciones políticas actuales. Al respecto, acaso también soy depositario de la crisis de la izquierda y así me veo reflejado parcialmente en ciertas ideas y acciones tanto de la izquierda anti sistémica, de la izquierda histórica, como de la izquierda progresista de Enríquez, aunque siempre he considerado sus planteamientos de alguna manera hijos de la concertación y que no separan totalmente aguas de la vieja guardia.
Pero soy un hombre de cambios y de búsquedas. A algunos les parecerá esta actitud una extrema flexibilidad, a mis adversarios una falta de compromiso irrestricto con una propuesta determinada o contraria incluso a mis propios análisis.
Lo común a mis búsquedas y encuentros y también a mis desencuentros, es que he sido, soy y seré siempre un hombre de izquierda y no de una izquierda socialdemócrata o liberal, sino de aquella que tenga como vocación profunda, un cambio radical y democrático del modelo político, económico y social. Y a la vez, y desde hace muchísimos años, y por lo cual llegué feliz a la militancia comunista bajo la dirección de nuestra querida Gladys, soy un profundo anti concertacionista. Y he sido un hombre consecuente con mi postura. No trabajo en ella, ni en el estado, ni busco ni buscaré sus prebendas y supuestos beneficios, que a mi juicio no son sino tráfico de influencias, corrupción y a la larga, cadenas de mi libertad de conciencia y acción.
Creo que hoy, es el momento histórico de la Unidad de la Izquierda Chilena, por supuesto, de aquellos que deseen unirse a un proceso que apunte a la autonomía y a la radicalidad democrática, capaz de representar, acompañar y direccionar una fuerza social y política anti derecha y anti concertación y enraizada en los sectores más golpeados por el neoliberalismo y con un programa de cambios reales. Desgraciadamente no es el partido comunista y sus alianzas, lo que nos permitirá a millones construir dicha alternativa, ni menos la concertación, que no es sino una propuesta de una nueva derecha travestida en socialdemocracia. Por otra parte, la izquierda antisitémica, demuestra su coraje y valentía, en la lucha contra la dominación neoliberal administrada por la concertación, sin embargo, creo que muchas veces se coloca al margen de los procesos reales de la lucha política de clases, en una especie de guerra de trincheras, pero esa izquierda que proviene de la tradición más genuina, no es el adversario ni mucho menos y es ciertamente una reserva ética y de lucha frontal.
Actualmente valoró el giro a la izquierda progresista que dice Enríquez haber dado, y a su vez su profundo anti concertacionismo y la enorme capacidad de no poner a disposición o en endoso hacia ese sector reaccionario, la fuerza social, política y electoral que lo ha ido catapultando a ser una izquierda mayoritaria, al menos muchísimo más amplia que el Arratismo y la propuesta comunista.
Porque no deseo más para mi vida, ni para la vida de mis compañeros y compañeras y especialmente para los pobres de mi país, el tener que optar permanentemente por el mal menor, o el ser partícipe de una izquierda testimonial que hace ya más de 20 años que saca entre un 3 y un 6% y dice que avanza o que es orgullosamente anti liberal, pero que en la práctica no avanza y hace lo contrario a lo que dice, engañando al pueblo y creyendo que los hombres y mujeres de izquierda somos ignorantes o lisa y llanamente funcionales a sus operaciones políticas.
Porque la izquierda histórica no avanza, y en sus supuestas tácticas configura hoy estratégicamente una alianza sólida y duradera con la socialdemocracia. Acaso sacará un par de diputados o tendrá influencia en el aparato del estado liberal, pero no avanza en la construcción de fuerza social mayoritaria, ni tiene profunda vocación de poder para llegar a ser gobierno popular con un programa de cambios.
No avanza, porque la izquierda histórica es meramente simbólica y se contenta con entrar al sistema parlamentario y al estado de manera subsumida a la estrategia de la burguesía democrática y de una pequeña burguesía liberal demócrata.
No avanza, porque se contenta con esto de ir reconstruyendo lealtades y redes, entre los propios que cada vez son menos, y que sólo movilizan desde el viejo padrón electoral a los mismos 400.000 chilenos de siempre y no logra establecer lealtades y redes con las mayorías, que es lo que realmente cuenta.
En el sentido de lo anterior, es que creo que la construcción mayoritaria de una izquierda progresista y en vía de irse conformando en una propuesta socialista, democrática, radical y libertaria parte por la confluencia de toda la izquierda posible hacia un alianza con la propuesta política de Enríquez Ominami, que necesariamente debe también estar abierto a la confluencia de otras fuerzas políticas aún más progresistas que la suya propia, y así ser capaz de construir una propuesta y un camino de amplias mayorías.
Por eso desde mi sinceridad y esta vez desde la política, adhiero más allá de ciertas diferencias e identidades, a la propuesta de Marco Enríquez, porque al menos se configura como una fuerza autónoma, digna, que no negocia sus convicciones más profundas ni con la derecha ni con la concertación, y que a la vez en el ejercicio político y social ha sido capaz de aunar a más de un millón de chilenos y chilenas descontentos y rebeldes al orden mediocre y corrupto construido hasta hoy.
Adhiero a la izquierda progresista, sin dejar de ser comunista y anticapitalista, sin dejar de estar enraizado en la propuesta popular. Sin dejar de ser un intelectual clasista y un hombre de la cultura, un poeta, un escritor y un ensayista, y en la confianza y con la condición fraterna que ésta izquierda nueva en su proyecto, se constituya crecientemente en la plataforma de la unidad de toda la izquierda chilena, desde la antisitémica y revolucionaria, pasando por la izquierda histórica y también por los nuevos movimientos políticos y sociales.
Fesal Chain
Primavera de año 2099,
desde Quinta Normal, Santiago, Chile.
He escrito suficientemente en contra de la ultra derecha a lo largo de mi vida literaria, y también he actuado en consecuencia, he sido anti pinochetista desde mi más temprana juventud. También he sido muy crítico y no es momento de ahondar en detalles, del giro socialdemócrata del partido comunista en el cual milito, hacia la concertación. Recojo en la crítica a la concertación, no solo mi tradición de práctica política, que en definitiva se asienta en el Movimiento Democrático Popular original de los 80, sino también las críticas que ha realizado Felipe Portales en su libro "Una Democracia Tutelada", la visión de Gabriel Salazar y mis propios textos en G80.
En dicha página, he realizado un sinnúmero de artículos y proyectos de ensayo, que de alguna u otra manera han sido muy críticos del sistema en su conjunto, puesto que en realidad no me interpretan totalmente las opciones políticas actuales. Al respecto, acaso también soy depositario de la crisis de la izquierda y así me veo reflejado parcialmente en ciertas ideas y acciones tanto de la izquierda anti sistémica, de la izquierda histórica, como de la izquierda progresista de Enríquez, aunque siempre he considerado sus planteamientos de alguna manera hijos de la concertación y que no separan totalmente aguas de la vieja guardia.
Pero soy un hombre de cambios y de búsquedas. A algunos les parecerá esta actitud una extrema flexibilidad, a mis adversarios una falta de compromiso irrestricto con una propuesta determinada o contraria incluso a mis propios análisis.
Lo común a mis búsquedas y encuentros y también a mis desencuentros, es que he sido, soy y seré siempre un hombre de izquierda y no de una izquierda socialdemócrata o liberal, sino de aquella que tenga como vocación profunda, un cambio radical y democrático del modelo político, económico y social. Y a la vez, y desde hace muchísimos años, y por lo cual llegué feliz a la militancia comunista bajo la dirección de nuestra querida Gladys, soy un profundo anti concertacionista. Y he sido un hombre consecuente con mi postura. No trabajo en ella, ni en el estado, ni busco ni buscaré sus prebendas y supuestos beneficios, que a mi juicio no son sino tráfico de influencias, corrupción y a la larga, cadenas de mi libertad de conciencia y acción.
Creo que hoy, es el momento histórico de la Unidad de la Izquierda Chilena, por supuesto, de aquellos que deseen unirse a un proceso que apunte a la autonomía y a la radicalidad democrática, capaz de representar, acompañar y direccionar una fuerza social y política anti derecha y anti concertación y enraizada en los sectores más golpeados por el neoliberalismo y con un programa de cambios reales. Desgraciadamente no es el partido comunista y sus alianzas, lo que nos permitirá a millones construir dicha alternativa, ni menos la concertación, que no es sino una propuesta de una nueva derecha travestida en socialdemocracia. Por otra parte, la izquierda antisitémica, demuestra su coraje y valentía, en la lucha contra la dominación neoliberal administrada por la concertación, sin embargo, creo que muchas veces se coloca al margen de los procesos reales de la lucha política de clases, en una especie de guerra de trincheras, pero esa izquierda que proviene de la tradición más genuina, no es el adversario ni mucho menos y es ciertamente una reserva ética y de lucha frontal.
Actualmente valoró el giro a la izquierda progresista que dice Enríquez haber dado, y a su vez su profundo anti concertacionismo y la enorme capacidad de no poner a disposición o en endoso hacia ese sector reaccionario, la fuerza social, política y electoral que lo ha ido catapultando a ser una izquierda mayoritaria, al menos muchísimo más amplia que el Arratismo y la propuesta comunista.
Porque no deseo más para mi vida, ni para la vida de mis compañeros y compañeras y especialmente para los pobres de mi país, el tener que optar permanentemente por el mal menor, o el ser partícipe de una izquierda testimonial que hace ya más de 20 años que saca entre un 3 y un 6% y dice que avanza o que es orgullosamente anti liberal, pero que en la práctica no avanza y hace lo contrario a lo que dice, engañando al pueblo y creyendo que los hombres y mujeres de izquierda somos ignorantes o lisa y llanamente funcionales a sus operaciones políticas.
Porque la izquierda histórica no avanza, y en sus supuestas tácticas configura hoy estratégicamente una alianza sólida y duradera con la socialdemocracia. Acaso sacará un par de diputados o tendrá influencia en el aparato del estado liberal, pero no avanza en la construcción de fuerza social mayoritaria, ni tiene profunda vocación de poder para llegar a ser gobierno popular con un programa de cambios.
No avanza, porque la izquierda histórica es meramente simbólica y se contenta con entrar al sistema parlamentario y al estado de manera subsumida a la estrategia de la burguesía democrática y de una pequeña burguesía liberal demócrata.
No avanza, porque se contenta con esto de ir reconstruyendo lealtades y redes, entre los propios que cada vez son menos, y que sólo movilizan desde el viejo padrón electoral a los mismos 400.000 chilenos de siempre y no logra establecer lealtades y redes con las mayorías, que es lo que realmente cuenta.
En el sentido de lo anterior, es que creo que la construcción mayoritaria de una izquierda progresista y en vía de irse conformando en una propuesta socialista, democrática, radical y libertaria parte por la confluencia de toda la izquierda posible hacia un alianza con la propuesta política de Enríquez Ominami, que necesariamente debe también estar abierto a la confluencia de otras fuerzas políticas aún más progresistas que la suya propia, y así ser capaz de construir una propuesta y un camino de amplias mayorías.
Por eso desde mi sinceridad y esta vez desde la política, adhiero más allá de ciertas diferencias e identidades, a la propuesta de Marco Enríquez, porque al menos se configura como una fuerza autónoma, digna, que no negocia sus convicciones más profundas ni con la derecha ni con la concertación, y que a la vez en el ejercicio político y social ha sido capaz de aunar a más de un millón de chilenos y chilenas descontentos y rebeldes al orden mediocre y corrupto construido hasta hoy.
Adhiero a la izquierda progresista, sin dejar de ser comunista y anticapitalista, sin dejar de estar enraizado en la propuesta popular. Sin dejar de ser un intelectual clasista y un hombre de la cultura, un poeta, un escritor y un ensayista, y en la confianza y con la condición fraterna que ésta izquierda nueva en su proyecto, se constituya crecientemente en la plataforma de la unidad de toda la izquierda chilena, desde la antisitémica y revolucionaria, pasando por la izquierda histórica y también por los nuevos movimientos políticos y sociales.
Fesal Chain
Primavera de año 2099,
desde Quinta Normal, Santiago, Chile.
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