sábado, 8 de noviembre de 2008

Los politicastros liberales del progresismo


x Fesal Chain, Sociólogo.

Hacer política de palacio es parte de la tradición de la política chilena, tanto del progresismo como de la derecha. No en vano el pinochetismo golpista lo primero que hizo en términos muy reales, pero también altamente simbólicos, fue bombardear el Palacio de La Moneda, el palacio presidencial. Con esto dio un garrotazo a 163 años de historia política palaciega y refundó el estado (el régimen y la economía) e instituyó, al menos en una primera etapa, una manera popular fascista de hacer política. Con el general popular Oscar Bonilla recorriendo las poblaciones y con el terrorista de estado Miguel Krassnoff Marschenko reprimiendo a la izquierda que se había entronizado en los territorios políticos y sociales del pueblo. El proyecto nacionalista estatal de Patria y Libertad, la DINA y los gremios PYME y de comerciantes fue ahogado por el proyecto liberal gremialista del ahora beatificado Jaime Guzmán.

Pinochet posteriormente, quien tanto criticó la politiquería y la demagogia, tomó el mismo camino de la tradición política chilena reafirmando el liberalismo y llegando incluso a presentarse como candidato presidencial, transformando su imagen de soldado golpista en una de civil de perla en la corbata, que recorría el país besando niños.

Pero evidentemente, desde antes de la dictadura, la política se había constituido como un ejercicio de mera representación liberal. El máximo caudillo de la República, Arturo Alessandri, era un populista de tomo y lomo, arrastraba a las masas, a su querida chusma al borde del palacio para arengarla, pero no desea realizar grandes reformas económicas ni una orgánica de lo popular y del emplazamiento de su poder, como Perón en Argentina o como lo hace hoy Chavez en Venezuela.

Luego Ibañez que emula desde otra perspectiva a Arturo Alessandri y los gobiernos radicales que a lo sumo plantean un rol preeminente del estado y una especie de parlamento corporativo, donde las "fuerzas vivas" de la comunidad estuviesen presentes.

Jorge Alessandri, ultraliberal, es desde la perspectiva del populismo un alto en el camino, con su propuesta de gobierno de gerentes, se adelanta a la tecnocracia gremialista de Guzmán, y sigue siendo una un caudillo representativo de la vieja república.

Frei padre es el moderno populista con su su marcha de la Patria joven y su ya clásica Revolución Capitalista en Libertad. Allende es una mixtura entre el viejo republicanismo representativo-populista y un incipiente revolucionarismo que apunta al poder popular y a la transición del capitalismo a un régimen de mayor justicia social, y siempre subsumiendo al pueblo organizado a la dirección del estado y del gobierno. Esta mixtura de Allende es un caso especial en la política de la izquierda y lo catapulta a ser el Padre del primer intento serio de la Revolución Chilena posible.

En los 90, la concertación es el bloque político quien más rescata el populismo republicano, tanto en su discurso de cambios y de reformas como en la simbología, pero justamente es especialmente populista cuando levanta frente a su propio discurso, un programa neoliberal cercano a Guzmán y a los Chicago boys, y así conforma un liberal populismo de corte representativo. Sus presidentes no escapan a este molde y Ricardo Lagos es quien más lo encarna.

Por otra parte el partido comunista, que en los 80 había inaugurado con su Política de rebelión popular de Masas, una manera más orgánica de hacer política en el bajo pueblo, además con una clara apuesta por la política militar de cuadros y masas y un programa socialista, hoy ha vuelto al reformismo obrero de Millas, y a su concepción política de la época del Frente Popular, es decir a una política representativa, reformista en cuanto a la promesa que realiza (romper con el neoliberalismo, vía reformas parciales para llegar a cumplir el primer programa de la propia concertación) y populista en cuanto su estrategia es siempre terminar votando por el liberal populismo de la concertación en todas las segundas vueltas posibles.

Es claro que en estos 88 años de vida republicana han habido intentos de revertir el populismo representativo y levantar un programa socialista de cambios frente al liberalismo puro, desarrollista o liberal populista, así fue el caso del POS de Luis Emilio Recabarren, durante el período 1912-1922, del MIR de Enríquez durante el período 1965-1973, de la UP de Allende entre 1970 y 1973, quien sino afirma la revolución socialista al menos intenta aún bajo dominio estatal, organizar al pueblo y generar cambios profundos en la estructura de propiedad y da su vida por ello. Y posteriormente el MDP (PC, PS Almeyda , MIR. PRSD y otro grupos socialistas) durante el período 1981-1987, de las jornadas populares de protesta y la Asamblea de la Civilidad.

No nos extrañemos entonces de lo que pasa hoy en la izquierda, que es lo dominante desde 1920. 73 años de modelo liberal en su forma de populismo representativo contra sólo 15 años de intentos fallidos de ORGANIZACIÓN DEL PODER POPULAR PARA LA REVOLUCIÓN POLÍTICA Y SOCIAL ANTICAPITALISTA. 

Es cierto que el actual siglo nos muestra tendencias regresivas del desarrollo de la lucha de clases, pero también es cierto que en este siglo se han realizado las revoluciones venezolana, boliviana y ecuatoriana, que si bien muestran un claro apego a la legalidad y a la via pacífica e institucional, y un programa de economía mixta, tambien muestran una clara tendencia al cambio DE LA PROPIEDAD DE LOS MEDIOS Y DEL CAPITAL y a la organización del poder popular o de los movimientos sociales y una voluntad férrea por defender sus procesos políticos, desde la negociación pero también desde el pueblo en armas ya sea a través de los ejércitos proclives a la revolución o a través de la organización popular armada, si fuese necesario.

Hoy en Chile, con nuestros politicastros del progresismo y ya muerto Allende , Enríquez y Gladys Marín, la única utopía que se plantea es la de reformas mínimas AL SISTEMA ECONÓMICO y al sistema electoral y la estrategia, tener candidatos fuera de la concertación en la primera vuelta para terminar votando por la misma concertación en segunda vuelta, a cambio de nada o de cargos en el parlamento. Ese es el trabajo revolucionario de la izquierda chilena del 2000.

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