jueves, 21 de mayo de 2009

Por Chile


Fesal Chain, poeta, narrador y sociólogo

Tantas veces miramos los chilenos y chilenas como indeseables a los hombres y mujeres críticas de nuestra idiosincrasia, o de nuestros horrores y errores. Nadie queda libre de "pecado", quien más quien menos, desde su propia óptica, ideología, deseos e intereses, no quiere que nadie ande hurgando en el closet de la chilenidad, los cadáveres escondidos.

Son muchos los chilenos y chilenas, especialmente los luchadores sociales, los creadores y artistas, que han sido negados por justamente tener una mirada crítica, una mirada desencantada y anti mítica de la realidad del mundo social y cultural. Ya es prácticamente un lugar común nombrar a Recabarren, a Gabriela Mistral, a la Violeta Parra, a Edwards Bello o a Pablo de Rokha, como las víctimas por antonomasia de la exclusión cultural y social, cuando éstos estuvieron vivos.

No se trata de la incomprensión por parte de la sociedad toda del artista rebelde, o de la negación por parte de las clases dominantes del luchador o artista de izquierda comprometido con su pueblo. Me refiero más bien y sin negar lo anterior, de lo refractario que ha sido, es y probablemente será, nuestra sociedad completa, a la cultura y la reflexión como tal, como esencia y manifestación de lo humano que se mira a sí mismo, y no da la espalda a lo que realmente importa. Esas preguntas tan básicas, que no sé si en las Escuelas, Liceos o Instituciones educativas se enseñan a formular hoy: Quiénes somos, de dónde venimos, para donde deseamos ir como individuos y como sociedad, cuál es nuestro núcleo esencial o como dijera el Cardenal Silva Henríquez, más allá de estar o no de acuerdo con algunos de sus postulados en dicha carta: ¿Cuál es el alma de Chile?

Me lo decía un amigo hace muchos años, se trata de la supremacía de nuestra vocación de "bárbaros" y ya no de "bárbaros sencillos" como escribiera Gabriel Celaya, sino de bárbaros pedantes, prepotentes, racistas, y arribistas. Nuestro ser Cóndor y no Huemul, como decía la Mistral. Nuestro por "La razón o la fuerza" y ni siquiera la integración de ambas realidades o voluntades. O como decía Camus, al menos saber optar por el sable cuando realmente es herramienta del espíritu, que no es sino defender el espíritu a como de lugar.

En suma nos hemos ido convirtiendo en individuos y masas esencialmente fascistas. Entendido el fascismo como esa fuerza por imponer una voluntad del que ignora lo que realmente importa a lo humano y no sabe que lo ignora y cree que tiene la verdad y la razón.

Hace un tiempo una dirigenta concertacionista decía frente a la realidad de la izquierda cubana y revolucionaria, que ella no estaba de acuerdo con los "despotismos ilustrados", sin embargo las opciones que hemos tenido como sociedad chilena durante al menos los últimos 35 años, no han sido más que despotismos bárbaros y liberalismos bárbaros. Al respecto escuché casi detenidamente el Mensaje al Congreso Pleno de Michelle Bachelet, y sin entrar en detalles que en realidad aburren, me llamó mucho la atención que no fuera sino un mensaje absolutamente caritativo y paliativo enmarcado en un lenguaje contable.

Logros y bonos al por mayor y menor. Y es que esa ha sido la lógica de los últimos gobiernos, la lógica de una pequeña burguesía ansiosa de obras y "afectada" por la pobreza y la falta de una vida "mínimamente digna" de una gran mayoría de chilenos,y que como lo he escrito muchas veces, "desea" formar paisajes, personas y clases a su imagen y semejanza. Una mirada más bien católica conservadora en lo ideológico y liberal en lo económico, más que laica y comprensiva, es decir con mayor capacidad de diagnóstico y solución de los problemas infraestructurales de la sociedad chilena, tanto económico sociales como espirituales.

Por ejemplo y sólo a modo de ejemplo, en el ámbito cultural, se persiste en los problemas educativos de acceso y calidad, y no en aquellos que apunten a formar una conciencia que se planteé qué tipo de seres humanos queremos ser y qué relaciones sociales nos hacen bien, nos dan integridad y riqueza ética y que a su vez nos entregue, esta misma conciencia global, capacidad cognitiva y emocional para afrontar y construir la realidad social que debemos descubrir y deseamos realmente.

Es cierto que los problemas sociales y económicos de las mayorías son apremiantes, pero quienes nos hemos dedicado a reflexionar en torno a ellos desde el mundo de la ciencias sociales y desde las disciplinas del mundo social, muy bien sabemos que las aplicaciones en el ámbito de las políticas económicas y públicas en general, siempre dependen de una óptica mayor, de una visión del mundo determinada.

El liberalismo católico conservador y "bienhechor" quiere un país capitalista con rasgos humanos,un país capitalista, con eventos culturales en calles y barrios y no con personas pensantes y críticas del mismo capitalismo y del poder. Un país capitalista con clases subsumidas en el objetivo del crecimiento y la competitividad, con ciertos pincelazos de asistencialismo, la red asistencial como emulación en pequeña escala de un socialismo pequeño burgués estilo Proudhon.

Y a su vez este liberalismo católico no ha sido capaz nunca, en su versión pequeño burguesa democrática, de observar al mundo social popular, de los luchadores sociales, de los trabajadores y artistas y creadores, y a su vez observarse a sí mismo. Así en lenguaje chileno "lecha paelante no má´" con su voluntarismo que no quiere quedar mal con nadie, ni con los pobres y los trabajadores y menos con los empresarios y los ricos de Chile.

Su histórico, tal como dijera Marx "«por una parte» y «por otra parte». Como tal se nos aparece en sus intereses económicos, y por consiguiente, también en su política y en sus concepciones religiosas, científicas y artísticas. Así se nos aparece en su moral y en todas las cosas. Es la contradicción personificada. Y si por añadidura es,(...) una persona de ingenio, pronto aprenderá a hacer juegos de manos con sus propias contradicciones y a convertirlas, según las circunstancias, en paradojas inesperadas, espectaculares, ora escandalosas, ora brillantes."

Si fuimos capaces como sociedad de entregarle el Premio Nacional de literatura a Gabriela Mistral después de haber recibido el Premio Nobel, es que somos una sociedad incapaz de observarse a sí misma y de escuchar a quienes tienen mucho que decir con respecto a nuestros problemas, atrasos, errores y horrores. No es menor que Gabriela Mistral haya sido una intelectual de fuste a cargo de la reforma educativa de la revolución mexicana y amiga de los grandes libertadores de América de comienzos del siglo XX, como Sandino y otros.

Una sociedad incapaz de reaccionar a lo esencialmente negativo de sí misma y que elige históricamente a una clase política de derecha e izquierda, que no es sino una clase social, que siempre ha propugnado el orden, la limpieza, lo pacífico y cuanto valor social apunte a no desarmar el tinglado de los dominantes, a lo más reformarlo con la anuencia de ellos.

Ahora con el libre mercado, el mercantilismo moderno, se han desatado todas las fuerzas oscuras de la chilenidad, que en ciernes siempre fue bárbara y dirigida por los limpios de siempre.

Así hoy, observamos el proceso del enorme despliegue de las clases y grupos sociales que han hecho del espíritu y construcción comunitaria y social desde la cultura e inteligencia, leña de sus hogueras. El drama es que aquellos que tuvieron la oportunidad histórica y el poder de cambiar este guión, hace muchísimo tiempo que "compraron" los valores y objetivos del mercantilismo y del orden portaliano, porque en definitiva nunca los expropiaron de su propio ser, los democráticos rebeldes de antaño volvieron al redil del que nunca debieran haber salido, pues sólo crearon con sus berrinches, confusión y derrota en los mayoritarios y pobres de Chile.

Por Chile, que vuelva la inteligencia y el espíritu cultural de nuestro ser comunitario y social al lugar deshabitado en el que nos encontramos, por la razón y la fuerza.

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